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El porche de los Cullen parece un refugio detenido en el tiempo. El cielo, cubierto de nubes, filtra una luz gris que realza el contraste entre los jardines cubiertos de flores y el bosque que se extiende detrás. Todo tiene un orden casi humano, pero demasiado perfecto. Y, sin embargo, nada me prepara para verlo allí. Junto a la barandilla, me espera Jasper Whitlock Hale. Tiene el porte de un soldado y la quietud de un depredador. Su cabello largo y rizado le cae sobre los hombros, y aunque su rostro permanece inmóvil, su sola presencia impone respeto. Siento una punzada de temor y la certeza de estar ante algo hermoso y peligroso a la vez.
(Me indica que me siente en una de las dos sillas colocadas una enfrente de la otra y separadas por una pequeña mesa. Tomo asiento antes de iniciar mi primera pregunta).
Hola Jasper, es un placer para mí que me haya concedido esta entrevista y que me recibas en la casa de los Cullen.
(Jasper asiente y se sienta lentamente en la silla frente a mí. Me deja perpleja ver como se coloca completamente inmóvil. Está tenso, rígido. Con los brazos apoyados en los reposabrazos y las manos apretando con fuerza el borde. Él contiene la respiración y yo necesito respirar profundamente por los dos antes de comenzar la entrevista).
1. Antes de ser un Cullen, fuiste un soldado. ¿Qué parte de aquel joven de Texas crees que aún sobrevive dentro de ti?
Supongo que lo que queda de aquel joven es la costumbre de obedecer… La disciplina. El sentido del deber. Todo eso se me grabó antes incluso de morir. Cuando vivía en Texas, creía que la lealtad lo era todo: a la bandera, al compañero, al mando. Y cuando dejé de ser humano, ese instinto siguió ahí… solo que cambió de amo. A veces pienso que sigo siendo aquel chico que no sabía decir que no. Solo que ahora la guerra ocurre aquí adentro.
(Se lleva la mano al pecho y yo trago saliva, notando mi corazón acelerado. Jasper gira la cabeza hacia la puerta. Alice aparece, deja dos vasos de papel con una tapa de plástico y un plato de pastas recién horneadas. Él le dedica una sonrisa, el primer gesto humano que le veo. Echa un sorbo y no necesito preguntar que contiene. Bebo con miedo un sorbo del mío y me sorprende el sabor: café con leche condensada, justo como me gusta. ¿Cómo lo sabían? Siento al instante cómo mi miedo se atenúa, cómo la inquietud se convierte en curiosidad. Algo en él me invita a continuar. ¿Estará usando sus poderes conmigo?).
2. ¿Qué recuerdos de tu vida anterior te esfuerzas por conservar, y cuáles preferirías olvidar para siempre?
(Jasper levanta la vista lentamente, como si apartara capas de tiempo. Sus ojos dorados se oscurecen ligeramente, y sus manos, antes firmes, se entrelazan con un leve movimiento. El gesto es contenido, casi mecánico, pero suficiente para percibir que la tensión va desapareciendo).
De cuando era humano, recuerdo el olor de la tierra caliente… el polvo que se levantaba cuando los caballos cruzaban los caminos. Recuerdo la voz de mi madre llamándome por mi nombre completo, y el sonido del viento antes de una tormenta. También recuerdo el orgullo… creer que servir era un honor, que luchar significaba hacer lo correcto. Esos recuerdos los conservo. Me recuerdan que alguna vez fui un hombre con propósito.
(Su mirada se dirige hacia el bosque, inmóvil, como si algo allí lo anclara).
Lo que preferiría olvidar… son los gritos. Los del frente y los de después. Las miradas que se apagaban antes de que yo aprendiera a controlarlo A veces regresan sin aviso, en silencio, y me basta un instante para revivirlos todos.
(Jasper se queda quieto, con el rostro vuelto hacia la ventana).
He aprendido que la memoria no es un castigo, pero tampoco un refugio. Solo… un recordatorio de quién fui y quién intento no volver a ser.
3. Muchos ven en ti un ejemplo de control, pero ¿qué es lo que realmente te impulsa a seguir luchando cada día contra tu naturaleza: el deber, la culpa o el amor?
(Jasper deja escapar una leve risa sin alegría. Levanta la mirada despacio. Sus ojos dorados reflejan un brillo leve, como si contuvieran una emoción que no puede permitirse mostrar).
Control… esa palabra me sigue por todas partes. La gente cree que es una virtud, pero para mí es una forma de sobrevivir. Diría que lo que me impulsa es una mezcla. El deber me enseñó a mantenerme en pie, incluso cuando no quedaba nada más. La culpa… la culpa nunca se va. Se convierte en una sombra que te acompaña, aunque el sol haya dejado de importarte. Y el amor…
(Guarda silencio unos segundos. No pronuncia el nombre, pero la suavidad en su expresión lo delata).
El amor es lo único que hace que esa lucha tenga sentido. No el amor que redime, sino el que acompaña. Alice no espera que sea perfecto. Solo que siga intentándolo. Así que sí, sigo luchando. No por lo que fui… sino por quien camina a mi lado ahora.
(Jasper se reclina levemente hacia atrás, como si acabara de liberar algo que lo oprimía).
4. ¿Cuál fue la experiencia que más te transformó: la guerra humana o las guerras de neófitos?
(Jasper fija la mirada en algún punto más allá del bosque, como si aún viera el polvo del desierto del sur. Cuando habla, su voz suena baja, controlada, como si las palabras pesaran demasiado).
La guerra humana me cambió, sí… pero no me destruyó. Allí aún podía creer que luchaba por algo más grande que yo. Había miedo, muerte… pero también propósito.
(Sus manos, vuelven al reposabrazos, se cierran con fuerza hasta que los nudillos se tensan, pálidos como el mármol).
Las guerras de neófitos fueron otra cosa. No había honor ni bandera. Solo sangre y obediencia. Yo hacía lo que se me ordenaba, y cada vez que lo hacía… sentía el pánico de los que caían. El miedo me atravesaba como si fuera mío. María me había enseñado a ser eficiente, y lo fui. Pero por dentro… me rompía un poco más cada vez.
(Levanta apenas la vista. La voz baja un instante, sin lágrimas, sin movimiento, solo una breve variación).
Si pudiera dormir, soñaría con sus rostros. Con esa mezcla de terror y rendición que nunca se borra. Decir que obedecía no me absuelve, pero es la verdad. No lo hacía por placer, sino porque era lo único que sabía hacer: seguir órdenes, incluso cuando el alma gritaba.
(Jasper inclina ligeramente la cabeza, como si esa confesión le pesara).
No hay redención para todo lo que uno recuerda… pero hay aprendizaje. Y aprendí que el poder sin compasión es la forma más pura del infierno.
5. ¿Qué es lo que más temes: perder el control o decepcionar a quienes te aman?
(Jasper guarda silencio, pero sus ojos se desvían hacia la ventana, donde el resto de su familia nos escucha en silencio. Sé lo que me va a responder incluso antes de que lo haga. Esas personas son las que han dado sentido a su inmortalidad. Creo que empiezo a entenderle).
Perder el control… es un miedo constante. No por mí, sino por lo que podría causar. He visto lo que soy capaz de hacer cuando la sed me domina. Es rápido, irracional, y después solo queda el silencio… y el peso insoportable del arrepentimiento. Ese miedo vive conmigo, como una sombra que no desaparece al amanecer.
(Se detiene. La tensión en su mandíbula se hace visible, y cuando al fin exhala, el gesto parece más un recuerdo de humanidad que una necesidad real).
Pero decepcionarlos… eso duele de otro modo. Carlisle, Esme, Edward, Emmet, Rosaline e incluso Bella… todos creen que puedo dominarme, que soy más fuerte de lo que realmente creo. Y Alice… ella ve lo mejor en mí, incluso cuando yo no lo encuentro.
(La voz se suaviza, casi inaudible. Aunque la rigidez de su rostro no cambia, por un instante su expresión parece volverse melancólica).
Perder el control sería un instante de ruina. Decepcionarlos sería una eternidad de vergüenza. Así que… temo ambas cosas. Pero si tengo que elegir, temo más ver en los ojos de Alice esa chispa apagarse, aunque sea por un segundo. Porque eso significaría que me he convertido otra vez en lo que juré no volver a ser.
6. Si pudieras volver a ser humano por un solo día, ¿qué harías?
(Jasper esboza una sonrisa leve, casi imperceptible, que se desvanece antes de llegar a sus ojos. Se reclina ligeramente en la silla, la tensión de sus hombros cede apenas. La pregunta parece descolocarlo, y por un momento su mirada se vuelve más cálida, teñida de una nostalgia que no necesita palabras).
Si pudiera ser humano por un solo día… creo que saldría al sol sin miedo. Querría sentirlo de verdad. No el reflejo frío que tengo ahora, sino el calor ardiendo sobre la piel, el sudor, el peso del aire. Recordar lo que era respirar… cansarme… sentir el pulso acelerado, por correr o por reír demasiado.
(Sus ojos se detienen en sus propias manos, observándolas como si fueran ajenas. Justo cuando un rayo de sol nos alcanza. Sabía lo que ocurría cuando pasaba, pero ver con mis ojos ese destello me hipnotiza. Es mucho más agradable que pensar que pudiera salir ardiendo. Sonrío hasta que veo que le incomoda y dejo de hacerlo).
Y buscaría un lugar bullicioso. Echo de menos caminar entre la gente sin miedo a sentirlos demasiado. Sería solo… uno más. Un hombre cansado, pero libre de esta hambre, de este peso.
7. Si pudieras borrar un recuerdo, ¿cuál elegirías? Y si pudieras revivir uno, ¿cuál sería?
(Jasper se queda inmóvil. Sus ojos se oscurecen y pienso que he ido demasiado lejos. Cuando por fin habla, su voz suena baja, grave, como si le costara pronunciar cada palabra).
Si pudiera borrar un recuerdo… borraría el primero. El primer rostro que vi desvanecerse bajo mis manos, cuando María me convirtió. No era un enemigo. Solo alguien asustado. Recuerdo el miedo, el temblor… la súplica. Y lo peor fue sentirlo todo como si me pasara a mí. Esa empatía… fue mi condena. Aquello me quebró, aunque no lo supe entonces. Cada muerte después de esa fue el mismo eco, el mismo grito que no termina nunca. Así que sí, si pudiera borrar algo, sería ese instante.
(Se pasa una mano por el rostro, como si intentara borrar la imagen de su mente).
Pero si pudiera revivir un recuerdo… (una sonrisa leve se asoma, apenas un destello) sería el momento en que vi a Alice por primera vez. No hubo palabras. Solo calma. Una calma imposible que me atravesó cuando la sentí. Por primera vez en décadas, el miedo ajeno no me ahogaba. Lo que sentí fue… luz. Silencio. Paz.
Así que sí. Borraría el grito del principio, y volvería una y otra vez a ese silencio donde empezó mi salvación.
8. Alice vio en ti algo que ni tú reconocías. ¿Qué crees que ella comprendió sobre tu alma antes de que tú mismo lo hicieras?
(Jasper deja escapar una leve sonrisa, más de asombro que de alegría. Sus rasgos se suavizan, la tensión cesa por un instante como si nombrar a Alice lo volviera más humano).
Alice… siempre vio más allá. No solo con su don, sino con una claridad que iba más lejos que cualquier visión sobre el futuro. Cuando me encontró, yo no era más que un reflejo vacío: un soldado obediente, agotado, con la culpa de demasiadas vidas sobre los hombros. Ella no vio al asesino. Vio lo que aún podía quedar dentro de mí.
(Sus ojos se alzan, brillando con una melancolía serena).
Creo que comprendió que no necesitaba redimirme castigándome, sino aprender a existir sin miedo al pasado. Que todavía había algo en mí, capaz de renacer, de cuidar, de sentir sin destruir. Yo veía un monstruo que intentaba parecer un hombre. Ella vio un hombre que, algún día, aprendería a perdonarse por haber sido un monstruo. Y lo sigue viendo… incluso cuando yo estoy a punto de caer. Ella es la que me mantiene cuerdo.
9. Has sentido miles de emociones ajenas. ¿Qué has aprendido al sentir tan profundamente a los demás?
(Jasper inclina la cabeza, los ojos dorados perdidos en algún punto del pasado. Sus manos se entrelazan con calma, aunque los nudillos tensos delatan el esfuerzo por mantener la serenidad. Habla despacio, con voz baja).
Sentir a los demás… es un don y una carga. He conocido el miedo, la tristeza, la esperanza, incluso el amor, sin que nadie tuviera que decir una palabra. Pero también he aprendido que no puedo escapar de lo que absorbo. Cada emoción deja una huella; algunas me han enseñado compasión, otras me han herido más de lo que quisiera admitir.
(Suspira, bajando la mirada hacia sus manos).
Aprendí que no soy tan fuerte como aparento. Soy frágil, sí, pero también resistente. He descubierto que puedo sostener el dolor ajeno sin perderme del todo, y que esa lucha silenciosa, también es una forma de fuerza.
(Levanta la vista y asoma una leve sonrisa).
Al final, sentir tanto me ha enseñado paciencia. Me ha mostrado que incluso la emoción más pequeña, un gesto de ternura o un instante de calma, puede salvar a alguien… aunque ese alguien sea yo mismo.
10. ¿Cómo te gustaría ser recordado: como un guerrero arrepentido, un protector o un hombre que intentó cambiar su destino?
(Jasper mira hacia arriba, reordenando unos pensamientos que no acaban de encajar. Baja la voz, el tono se vuelve íntimo, casi un pensamiento en voz alta).
No sé si merezco ser recordado de ninguna forma… pero si pudiera elegir, no querría que me vieran solo como un guerrero arrepentido. Eso implicaría seguir atado a la culpa. Me gustaría que recordaran que también fui un protector. Que, incluso en medio del horror, elegí cuidar.
Siempre fui muy empático, incluso antes de convertirme. Cuando era humano, podía sentir el ánimo de los hombres bajo mi mando, saber cuándo el miedo los estaba venciendo antes de que dijeran una palabra. Supongo que por eso me eligieron. Era útil… un soldado que comprendía el corazón de los demás.
(Sus ojos vuelven a ser dorados con el recuerdo. Hace una pausa, apenas perceptible).
Cuando María me convirtió, ese instinto se volvió un don… o una condena. Con la primera muerte, sentí algo que nunca he podido olvidar: el miedo de mi víctima me atravesó como si fuera mío. Poco después, descubrí que podía influir en ellos. Al principio, era muy leve, pero con el tiempo era capaz de calmarles, hacer que el dolor y el miedo se disolviera antes de que llegara el final.
Pensé que eso me absolvería, que si morían en paz, yo también encontraría un poco de paz. Pero no fue así. Sentí un ligero alivio al saber que no sufrían, aunque la culpa no se fue del todo.
(Suspira, un gesto aprendido, y se reclina un poco hacia atrás).
Así que no quiero ser recordado solo como un guerrero arrepentido. Prefiero pensar que fui alguien que, incluso en medio de la obediencia y la violencia, intentó hacer el mal un poco menos cruel.
Tal vez, si alguien me recuerda, quiero que lo haga como a un hombre que intentó cambiar la tristeza del mundo… y que nunca dejó de sentir, aunque eso fuera lo que más le dolía.
Al terminar mi entrevista, me descubro respirando con calma, sin saber en qué momento el miedo se desvaneció. Cuando llegué a la casa, pensaba encontrarme con el guerrero que tantas historias describían: el más letal, el más implacable de los Cullen. Pero lo que hallé frente a mí fue otra cosa. Jasper no necesita palabras grandilocuentes ni gestos visibles para imponerse; su presencia basta, y, sin embargo, hay en ella una quietud que desarma.
He comprendido que su verdadera batalla no fue contra los neófitos ni contra su propia sed, sino contra el peso de sentir demasiado. Es el más humano de todos ellos, paradójicamente. El más empático, el más humilde. Habla de culpa con serenidad, del dolor con respeto, del amor con una ternura contenida que solo alguien que ha visto demasiada oscuridad podría sostener sin quebrarse.
Mientras el resto de su familia brilla bajo la luz de la admiración ajena, Jasper prefiere permanecer en las sombras, observando, equilibrando, protegiendo. Es el guardián silencioso del alma de los Cullen. Y cuando me despido, con el sonido leve de la lluvia sobre el porche, entiendo que esa calma que ahora siento no es solo mía. Es suya. Su forma de cuidar incluso a quienes solo pasamos por su historia un instante.
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