17 septiembre 2022

Octavia E. Butler



Octavia Estelle Butler (Pasadena, 22 de junio de 1947-Lake Forest Park, 24 de febrero de 2006) fue una escritora estadounidense de ciencia ficción. Recibió tanto el Premio Hugo y el Premio Nébula en más de una ocasión. En 1995 se convirtió en la primera escritora de ciencia ficción en recibir el título "Genius" de la Fundación MacArthur.
En español se ha publicado su relato Bloodchild ("Hija de sangre"), así como la trilogía de Xenogénesis: Amanecer, Ritos de madurez e Imago y sus Libros de las Parábolas: La Parábola del Sembrador y La Parábola de los Talentos.

13 septiembre 2022

¿Por qué me quieres ver en pelotas?

Hace unos días mandé un relato al Premio Café Español y ya está publicado en su web. Si queréis leerlo está en este enlace y desearme suerte.

06 marzo 2022

Reseña de Los juegos del hambre

Desde que supe que se publicaría una precuela, estaba deseando leerla. De hecho lo hice casi cuando salió, pero tenía pendiente subir la reseña.


FICHA TÉCNICA


Título: Los juegos del hambre (The Hunger Games)

Saga: Los juegos del hambre 1

Autor: Suzanne Collins

Género: Ciencia ficción

Publico: Juvenil

Idioma: Inglés

Publicado: 2008

Páginas: 274


03 marzo 2022

Virginia Woolf - Promotoras del movimiento feminista del siglo XX



    Adeline Virginia Stephen nació en Londres el 25 de enero de 1882 y murió en Lewes el 28 de marzo del 1941. El nombre de Virginia Woolf figura junto con el de James Joyce, Thomas Mann o Franz Kafka entre los grandes renovadores de la novela moderna. Orgullosa siempre de haber sido autodidacta, la vida de Virginia Woolf se puede resumir en una de sus obras: Fin de viaje. Escrita 26 años antes de morir, tardó ocho en publicarlo pero puede definirse como el libro sobre la vida de su vida. Experimentó con la estructura temporal y espacial de la narración, perfeccionó en sus novelas el monólogo interior, procedimiento por el que se intenta representar los pensamientos de un personaje en su forma primigenia, en su fluir inconsciente, tal y como surgen en la mente. Algunas de sus obras más famosas, como La señora Dalloway (1925), Al faro (1927) o Las olas (1931), ejemplifican este recurso mediante un poderoso lenguaje narrativo en el que se equilibran perfectamente el mundo racional y el irracional.

27 febrero 2022

Suzanne Collins



Suzanne Collins comenzó su carrera en televisión para niños, escribiendo episodios y activamente participando en el personal de programas como Clarissa Lo Explica Todo (Clarissa Explains It All). Ella también fue la escritora en jefe de Clifford el Gran Perro Rojo (Clifford's Puppies Days), y co-escritora del especial de Navidad, Santa, Baby.

20 febrero 2022

Nia Area





Nia Area nació el 22 de octubre de 1991 y tras ser administrativa durante mucho tiempo, decidió empezar a apostar más por su auténtica pasión: las letras. Autoeditó su primera novela: Burdeos y comenazó su formación para trabajar como correctora.

14 febrero 2022

Querido desconocido que conviviste conmigo

Querido desconocido que conviviste conmigo:

   Te llamo así porque a día de hoy siento que no llegue a conocerte. Puesto que la persona que dormía a mi lado cada noche, nunca habría recogido sus cosas y se habría marchado de casa, dejando una simple nota de despedida. Soy consciente de que nunca leerás está carta. Por una sencilla razón: has cancelado tu número de teléfono y has desaparecido del mapa. Así que no sé donde mandártela y tampoco mereces que dedique ni un segundo de mi vida a buscarte.

   Está carta es solo para mí. Necesito despedirme para poder cerrar esta etapa. Quiero dejar de gritarte en sueños que eres un cobarde, que no tuvo el valor de mirarme a los ojos y decirme que tiraba a la basura una relación de cuatro años sin darme ninguna explicación. Permitirme olvidar lo que sentí cuando llegue a nuestro apartamento y no oí tu voz ni el instante en el que abrí el armario que compartíamos y descubrí que ya no estaba tu ropa ni en el baño, tu cepillo de dientes.

   ¿Tan solo una nota? ¿Eso es lo que te importé? Una nota en la que me decías que no ibas a dejarme nada que me recordará a ti para no hacerme daño. ¡Maldito desgraciado! «¿Qué nada me recordará a ti?», dices. No te llevaste el sofá donde nos acurrucábamos cada noche para ver La casa de papel. Ni la olla donde cocinabas tu especialidad, espaguetis a la carbonara. Ni siquiera ese cactus que regabas todas las semanas con tanto mimo. Estoy por dejar que se seque para no tener que verlo cada día. Por curiosidad, ¿cuánto tiempo tarda en secarse un cactus? Un mes, un año. ¿Acaso crees que no te olvidaré antes, que no me buscaré a otro o que no aprenderé a vivir sin ti?

   Solo espero que nadie te haga lo que tu me has hecho a mí. En realidad, qué narices, que el karma se encargue de darte tu merecido. Hasta nunca querido desconocido.


   P. D.: Han pasado dos meses desde tu huída y he vuelto a está carta solo para darte las gracias por irte, en realidad me hiciste un gran favor. No era consciente de todo a lo que había renunciado por estar contigo. Esas reuniones con amigos a las que no iba porque tu te negabas a acompañarme y al regresaba te encontraba enfurruñado en el sofá. Si ya sé lo que me dirías, que fui yo quien deje de quedar con ellos, pero solo porque no quería soportar tus enfados que duraban una semana.

   También he retomado mi vieja afición por la escritura. Ahora que no estás puedo pasarme horas entregada a esas líneas que me hacen tan feliz y de las que tu te sentías tan celoso. Dentro de poco mi novela verá la luz y tu por supuesto no estarás invitado a la presentación.

   Ahora sí, voy a quemar esta carta y saldrás de mi vida para siempre.

10 febrero 2022

No te vayas

Perdí mi batalla en tu mirada.
Perdí mi voz en tu silencio.

No quiero amarte,
saber que quieres irte y olvidarme.
No quiero quererte,
necesitar hablarte y añorarte.

No quiero enamorarme,
seguir tus pasos y tropezarme.
No quiero desearte
y ya es demasiado tarde.

Nunca me olvidaré de ti,
ni de tus ojos ni de tu risa,
ni de tu voz que mientras duerme
relata cuánto se arrepiente.

Siempre me acordaré de ti,
y de tus celos y de tus miedos,
y de tu prisa cada vez
que quise retenerte.

Soy yo, quien por no despedirse,
empeñó su futuro al recordarte.
Soy yo, quien por volver a seducirte,
decidió quedarse sin presente.

Asegúrame que cuando me marche,
no pretenderás volver a verme
Asegúrame que cuando te olvide,
no pretenderás volver a buscarme.

06 febrero 2022

Reseña de Solaris

Este año me he apuntado a un club de lectores de ciencia ficción y este es el segundo libro que leemos este año. Os dejo con la reseña.


FICHA TÉCNICA


Título: Solaris

Autor: Stanislaw Lem

Género: Ciencia ficción, planetaria, filosófico

Publico: Adulto

Idioma: Polaco

Publicado: 1961

Páginas: 181


04 febrero 2022

Stanislaw Lem



Stanislaw Lem nació en Leópolis, que hasta 1939 formaba parte de Polonia (y en la actualidad de Ucrania). Hijo de Sabina Woller y Samuel Lem, otorrino que había sido médico del ejército austrohúngaro, lo que lo llevo a interesarse por la medicina, e iniciaría sus estudios, pero la Segunda Guerra Mundial le obligaría a interrumpirlos.

02 febrero 2022

Paolo Bacigalupi



Paolo Bacigalupi nació en Colorado Springs (6 de agosto de 1972), pero poco tiempo después su familia se mudó a al oeste de Colorado. Asistió al Oberlin College, graduándose en estudios asiáticos y pasó un tiempo en China para aprender su idioma.

30 enero 2022

Top 15 sugerentes títulos de novelas románticas II

Cómo la primera parte tuvo mucho éxito, hoy os traigo la segunda parte del top 15 sugerentes títulos de novelas románticas


15. El amor y otras pandemias



Bienvenidos al confinamiento de David y Lara: una historia de amor en cien sencillos desastres.

El primer desastre fue una pandemia mundial.
El segundo, un decreto de alerta.
¿El tercero? Que Lara y David deberán compartir piso a pesar de un simple hecho incontestable: se odian profundamente.

A partir de ahí, las catástrofes no dejarán de sucederse, y los gatos nudistas, el yoga acrobático y los sentimientos inoportunos solo serán el principio.

¿El desastre definitivo? David y Lara han olvidado que el amor es el virus más infeccioso y la curva de contagio no para de crecer…

23 enero 2022

¿Por qué me olvide ti?

Me olvidé de ti,
porqué no me gustó
lo que vi
cuando me miré
a través de tus ojos.

Me hiciste sentir pequeñita,
estúpida e insuficiente.
Creí que nunca sería
suficientemente buena para ti
y la inseguridad
me atrapó entre sus redes.

Ya lo habían logrado antes,
pero esa vez fue diferente
había dejado de odiarme
muchos años atrás,
luchando contra huracanes
y tsunamis.

Aprendí a quererme
con mis virtudes y defectos
y tú en tan solo unos meses
conseguiste convertirlo en polvo.

La diferencia con esa niña que fui,
es que se hizo fuerte
y ahora sabe que puede tropezar
y caer mil veces,
pero levantarse no es una obligación,
sino una forma de vida.

Si alguien no te fortalece
y te hace sentir vulnerable,
nunca será el indicado.

Por eso y solo por eso,
me olvide de ti.

16 enero 2022

Reseña de La chica mecánica

Este año me he apuntado a un club de lectores de ciencia ficción y este es el primer libro que leemos este año. Os dejo con la reseña.


FICHA TÉCNICA


Título: La chica mecánica

Autor: Paolo Bacigalupi

Género: Ciencia Ficción, Biopunk, Distopia

Publico: Adulto

Idioma: Inglés

Publicado: 2009

Páginas: 535


09 enero 2022

Al otro lado del velo 3




Parte 3  (Si no has leído los capítulos anteriores pulsa aquí)


    Oliver observó desde el grupo de guerreros como la reina Boudica había reunido a los líderes de las demás tribus para que se unieran a ella contra los romanos. El chico ya entendía lo suficiente como para poder seguir la conversación.
    —¿Por qué tendríamos que comenzar un enfrentamiento? Nosotros vivimos en paz con ellos —dijo uno.
    —Eres tú la que busca venganza —dijo otro.
    —No es mi guerra. Una legión romana se dirige a la isla de Mona, en estos momentos, para exterminar a los druidas —dijo Boudica.
    —No tenemos constancia de eso —añadió el más robusto.
    —Invoquemos a la diosa Andraste y dejemos que ella sea la que decida.
    Boudica levantó las manos y miró hacia la copa del árbol sagrado, pidiendo que le mandara una señal que les indicara el camino que deberían seguir. Un gesto solo apreciado por unos ojos escépticos a las creencias místicas de la época, como los de Oliver, divisaron como la reina separaba las piernas, segundos antes de que una liebre saliera corriendo de la túnica en la dirección en la que supuestamente estaba el asentamiento romano mas cercano.
    Todos los líderes, gritaron al unísono: ¡guerra!, mientras elevaban sus espadas. Oliver entendió que Boudica estuviese llena de odio y rencor, pero la facilidad con la que había convencido a esos barbaros sería inconcebible en el siglo XXI.

    Con el inicio de los ciclos de luz, llegó a oídos de Boudica la noticia de que los druidas habían sido pasados a cuchillo por los romanos. Los lideres de las tribus acudieron a la reina, quien dio la orden de atacar. Los carros de guerra partieron cargados con: espadas largas y cortas, hachas, lanzas y escudos de madera o acero según la casta a la que pertenecía la familia, partieron hacía Camulodunum.
    Cientos de miles de guerreros britanos se congregaron a las afueras de la ciudad comandados por Boudica. Se prepararon para la batalla con la única protección de una cota de malla y un casco de cresta, los más afortunados. Muchos de ellos incluso a pecho descubierto, con la única protección de los dioses y la tintura azul. Los ancianos y los niños permanecían en la retaguardia. Una emboscada en una zona boscosa, acabó en pocos días con la infantería de Quinto Petilio Cerial. Solo el comandante y parte de la caballería sobrevivieron, poniendo tierra de por medio.

    Al final de la contienda, Oliver e Isolda se reunieron con Boudica a la puerta del templo de Claudio donde las mujeres y los niños se habían refugiado. Oliver vio como la reina daba la orden de quemarlo. Al ver la espeluznante escena, huyó sin entender por qué tanta crueldad.

    Isolda buscó desesperada a Oliver al llegar al campamento, lo había perdido de vista durante el incendio. Lo localizó bañándose en un rio cercano. Él le pidió que no se acercara, estaba desnudo. Pero a ella le dio igual, ya le había visto así alguna vez, mientras lo observaba escondida. Se quitó la capa y el vestido, poniéndolos sobre una roca. Cuando Isolda llegó a su altura, Oliver estaba de espaldas, colocó sus brazos alrededor de su cuello, atenazó sus piernas por encima de las caderas del chico y le besó en la mejilla.

    Oliver la hizo girar alrededor de su cuerpo, mirándola ensimismado. Era la mujer más bella que había tenido entre sus brazos, bueno, la única en realidad, ninguna chica se había sentido atraída por él antes. Por primera vez desde aquel día, se atrevió a tocarle el pelo rozándole ligeramente la mejilla.

    Isolda le sonrió. Oliver no era como los salvajes de su época. En sus ojos había bondad. A su lado, se sentía protegida. Los recuerdos de la violación se habían convertido en un mero susurro. Se dejó llevar hasta que sus labios se tocaron y se fundieron en un dulce beso.

    Mientras acampaban a las afuera de Londinium, Isolda reconoció al joven que caminaba hacia ellos. Había pertenecido a su tribu, pero la abandonó para convertirse en druida. Le contó como había conseguido escapar de la gran masacre. Además disponía de información importante para la reina. Isolda le acompañó hasta ella. El joven le informó de que Cayo Suetonio Paulino había ordenado a sus tropas retirarse de la ciudad, al sentirse incapaz de defenderla. Su madre reunió a un grupo de guerreros y los envió a incendiar la ciudad y masacrar a sus habitantes.
    —Mañana pondremos rumbo a Viroconium —anunció Boudica.
    Isolda se había mantenido al margen de la contienda, junto a Oliver, pero no al margen del dolor que le provocaba ver tanta muerte y destrucción. Tantos ciclos lunares de duro enfrentamiento empezaba a hacer mella en ella. Intentó hablar con su madre para hacerla cambiar de opinión. Sin embargo, ella seguía cegada por el odio y el resentimiento.
    —La muerte no es gloriosa —le gritó Isolda.
    —Si tienes miedo de morir, vuelve a casa —le respondió Siora—. Madre, yo voy a luchar mañana a tu lado.

    El vate cogió una liebre preparada para la cena, sin pronunciar ni una sola palabra, le cortó el cuello, vertiendo la sangre del animal sobre la palma de Isolda. El líquido rojizo recorrió la línea de vida de su mano y goteó hasta la tierra fundiéndose con ella.
    —Vas a tener una larga vida —le predijo.
    —¿Y yo? —preguntó Siora.
    Realizó la misma operación, sin embargo el líquido no se movió.
    —Los dioses no me responden.

    Oliver cabalgaba en silencio, ¿quién le habría dicho, el día que llegó, que acabaría siendo uno más? Su pelo le llegaba por la barbilla y gracias a la cal se había vuelto cobrizo. Se había acostumbrado a la vestimenta y ahora caminaba con esas botas como si las hubiera usado toda la vida. Incluso era capaz de entender su lengua. Solo se arrepentía de no haber prestado más atención en clase. Así sabría cuál era el destino que les esperaba.
    Tenía un mal presentimiento, había visto suficientes películas de guerra, de esas que se realizaban a pie, no de las modernas con sus bombas, para saber qué aventurarse en un valle con montañas a ambos lados nunca era una buena idea. Los valles eran los lugares perfectos para emboscadas, dado que no podrías franquear, ni rebasar al enemigo. Detuvo su caballo y desmontó, deseando que Isolda se quedara con él. Fingió que necesitaba orinar. Cuando vio aparecer los últimos carros, volvió para continuar la marcha.
    Desde la lejanía los jóvenes contemplaron con estupefacción una lluvia de lanzas. Los guerreros britanos retrocedieron. Quedando aprisionados entre la infantería romana y sus propios carros. Oliver suplicó a Isolda que le siguiera hasta la colina más cercana. Desde allí contemplaron el baño de sangre. La primera fila de britanos yacía en el suelo: pisoteados y los heridos pasados a cuchillo, mientras que los legionarios de la primera hilera perfectamente organizada avanzaba protegidos por sus impenetrables escudos. De pronto se separaron, Oliver e Isolda se miraron sin entender nada.
    —Mira, están dejando paso a la segunda fila —le dijo Oliver.
    —Nos van a masacrar, son muchos menos, pero saben lo que hacen —le respondió Isolda.
    Oliver quiso llevársela lejos, pero ella no podía irse. Su madre, su hermana y su pueblo seguían allí.

    Isolda vio como Boudica daba orden de retirada con la mano, por fin aceptó que no podían ganar esa batalla. Por suerte, la infantería romana no les siguió. El amargo trayecto de vuelta les llevó medio ciclo lunar.
    La noche previa a su llegada, Isolda vio cómo su madre se internaba en el bosque y a su hermana siguiéndola. Sospechó que algo tramaba por lo que decidió seguirla. Su madre se había detenido a los pies de un tejo, conocido como el árbol de la vida y la muerte, ya que su hoja no cae con el frío y su fruto provoca la muerte… «¡No!», gritó. Pero ya era tarde, Boudica se había llevado a la boca una bola rojiza. Corrió hasta ella, pero su hermana Siora llegó antes.
    —Madre, ¿qué has hecho? —le recriminó Siora.
    —Hijas, espero que sepáis perdonarme —pronunció en un susurro.
    El veneno hizo su trabajo a la perfección y en pocos segundos Boudica dejó de respirar en los brazos de Siora.

    Ciclos después los vigilantes de la aldea avisaron de que diez soldados romanos se aproximaban.
    —¡Queremos a Boudica! —gritaron desde fuera.
    A la mente de las jóvenes llegaron las imágenes de su violación. Siora ante la mirada aterrada de Isolda, corrió hasta el pozo de las serpientes y sin darle tiempo a su hermana de reaccionar, se arrojó. Cuando Isolda llegó hasta el pozo, el cuerpo de Siora daba unas últimas convulsiones y quedaba inerte.
    Oliver consciente de que tenía que sacarla de allí. Cogió la mano de Isolda y la condujo hasta el lugar del muro por donde la joven llevaba toda su vida escapándose. Ambos saltaron y corrieron todo lo rápido que pudieron hacia el tupido bosque. Permanecieron abrazados hasta que la noche les atrapó, ayudándoles a ocultarse de los romanos.
    Pero de pronto, una luz fue cogiendo fuerza hasta cegarles. Entonces comprendieron que había llegado la hora de despedirse. Era el peor momento posible. «¿Cómo voy a dejarla sola?», se preguntó Oliver. Se acercaron al árbol y esta vez vieron los dos símbolos iluminados. Uno a cada lado del tronco. Ambos sabían lo que tenían que hacer y colocaron sus manos a la vez. El agujero se abrió. Él la miró y ella fingió una sonrisa para que no se sintiera mal por abandonarla. Oyeron un galope acercándose, ella se giró asustada mientras que Oliver se dejó llevar por su instinto. La agarró por la cintura y saltó hacia el interior del árbol. El agujero se cerró tras ellos. Ya no había vuelta atrás. Corrieron por el túnel esquivando los cadáveres calcinados. Ahora Oliver sabía que fueron ladrones celtas condenados por sus fechorías.

    De vuelta en su época, caminaron hasta el pueblo y nada más poner un pie en su calle, sus compañeros, ahora disfrazados de zombis no le parecían tan fieros, se colocó en posición defensiva blandiendo la espada en su mano. Debió de resultar convincente porque huyeron despavoridos.

FIN

07 enero 2022

Al otro lado del velo 2




Parte 2  (Si no has leído los capítulos anteriores pulsa aquí)


    Un soldado la sujetó por detrás, mientras ella se resistía, otro le agarró por las muñecas y se las ató a un palo. Como última defensa Boudica le lanzó un escupitajo. Enfadado fue hacia su espalda y le rasgó la túnica dejándola prácticamente desnuda. Continuaba insultándoles, mientras la fustigaban. —Podéis disponer de sus hijas —volvió a decir Cato.

    Oliver no pudo seguir mirando, se sentó con la espalda apoyada en el muro y las manos tapándose los oídos. Sin embargo no era suficiente para dejar de escuchar los insultos desesperados de la madre y los gritos desgarrados de las jóvenes, que le quemaban por dentro. La bilis fluyó hasta su estómago vacío y no tardó mucho en querer salir. Se puso de rodillas, mientras las lágrimas le recorrían la cara y la bilis llegó hasta su boca y vomitó.
    Los gritos cesaron siendo sustituidos por el galope de unos diez caballos. Oliver los vio alejarse, tras ellos cinco hombres a pie arrastrados por una cuerda, apenas si podían mantener el ritmo. La polvareda les ocultó en segundos.
    Oliver reunió el poco valor que le quedaba para mirar a través del agujero. Seguían atadas y no había nadie que pudiera socorrerlas. Las dos jóvenes lloraban abatidas en el suelo. La madre trataba de levantarse pero las fuerzas le fallaron. Con una voz de ultratumba pidió ayuda. Pero, nadie lo acudió. Así que Oliver, por primera vez en su vida, cambió su miedo por odio y ese odio por coraje. Primero desató a la madre, que una vez libre se arrastró como pudo hasta su hija pequeña. Oliver liberó a la joven de la laguna. No se movía. Intentó quitarle el pelo de la cara para ver si estaba bien, pero nada más sentir su mano se encogió asustada.
    —Tranquila, no voy a hacerte nada —le dijo, pero solo empeoró las cosas, ya que la joven no le entendía.
    Levantó las manos y les enseñó las palmas. Al ver la cara de la madre inyectada en sangre, su miedo volvió y se alejó corriendo. «¿Qué diablos es este sitio? ¿Una secta?» Retornó a la laguna, se lavó las manos con furia, se enjuagó la boca aún con el sabor a bilis, a continuación toda la cara, después se desnudó y se metió en el agua helada, pero él no sentía nada. Estaba limpio, sin embargo seguía sintiéndose sucio.
    Al salir, Oliver supo que había llegado el momento de llamar a casa y pedir ayuda. Sacó su móvil de última generación, lo encendió solo para descubrir que no tenía cobertura. Durante horas recorrió la zona hasta la extenuación, nada que le indicara hacia donde dirigirse: ni ciudades, ni cobertura, ni siquiera tendidos eléctricos. «¡El árbol!». Era fácil saber cuál era, el más grande de la zona. No había marca. ¿Se había equivocado de árbol o la marca había desaparecido?

    Isolda, siguiendo el mandato de su madre, fue a buscar al chico que les había ayudado. Lo encontró tocando el árbol sagrado. Había olvidado que la noche anterior se iluminó durante unos segundos. «No podía ser romano». Su vestimenta era de lo más extraña: unos pantalones en varios tonos de azul y raídos como si acabaran de atacarle lobos salvajes. Por los dioses «¿qué era esa cosa negra que llevaba por la parte de arriba del cuerpo?». Por no hablar de su pelo, parecía rubio, pero lo llevaba tan corto que ni siquiera podía asegurarlo.
    —¿Viste el símbolo? —le preguntó Isolda.

    Oliver dio un bote asustado al oír su voz. Se giró y vio a la chica. Mantenía la distancia. Su belleza le intimidaba, sin embargo, su aspecto delicado como el de un gentil cervatillo, le aportaba cierta confianza. Creyó reconocer la palabra símbolo, se parecía mucho al galés que tan familiar le resultaba.
    —Anoche vi un símbolo —le dijo en galés, esperando que le entendiera.
    La chica buscó una rama, dibujó un símbolo en la tierra y le dijo: triqueta. Oliver negó con la cabeza. No era el símbolo que vio. Buscó su propia rama e intentó dibujarlo.
    —Triskel —dijo la joven en referencia a su dibujo—. Soy Isolda.
    —Oliver.
    ¿Isolda? No era un nombre común, aunque le sonaba mucho, lo había escuchado recientemente. Pero, ¿dónde? Su pueblo y lenguaje no eran actuales. Eran todos pelirrojos y sus ropas antiguas. Los hombres a caballo parecían romanos. Reina… —Boudica —dijo en voz alta Oliver.
    —Madre —respondió Isolda
    —Futuro —dijo señalándose.
    Todo lo que decía parecía una locura para él, en cambio, ella no parecía sorprendida.
    —… Bardo… Ven.

    De camino a la aldea, Isolda intentó contarle con palabras sencillas que los bardos eran los sabios de su tribu y ellos podrían ayudarle. El chico la miraba con cara de no estar entendiendo lo que le decía. Le condujo al lugar por donde trepó la noche anterior y le pidió que esperara allí.

    Unos minutos más tarde, unas prendas de ropa caían a los pies de Oliver. Se vistió con una túnica corta de color azul bordada y con flecos, y unos pantalones sujetos a los tobillos en color marrón. La chica le tiró un cordón y le señaló la cintura. Por último, unas botas algo desgastadas realizadas con pieles de animales y una capa de lana.
    Antes de desaparecer de nuevo, Isolda le señaló la dirección de la puerta. Cuando Oliver llegó, ella ya le estaba esperando. Él se sentía inseguro mientras ella le examinaba de arriba a abajo. Creía que podía dar el pego, sin embargo, la cara de la chica cambió al llegar a su pelo, entonces supo que el disfraz no iba a camuflarlo. Se preocupó cuando Isolda hizo un gesto de dolor al agacharse, pero no se atrevió a sacar el tema. Ella cogió una piedra caliza, la trituró golpeándola con otra más dura y con el polvo se frotó las manos, pasándoselas por su pelo todavía húmedo. No podía verse directamente, pero su sombra en la tierra le devolvió una especie de cresta.
Una decena de casas amontonadas le dieron la bienvenida, todas ellas tenían una planta circular, construidas con piedras y lo que parecía ser barro. El techo estaba cubierto de paja. A Oliver le sorprendió el agujero central, por el que veía salir humo. Las viviendas se iban haciendo más grandes conforme se iban adentrando. Incluso en algunas podía ver varias estancias a las que accedían desde un patio central.

    Isolda entró primero en su casa para informar a su madre de que lo había encontrado. A continuación le hizo un gesto a Oliver para que entrara. Se la presentó como la reina Boudica. Como agradecimiento, la reina invitó al chico a la cena que había organizado para debatir con los nobles de la aldea cómo estaban las relaciones con el emperador romano.

    Una veintena de hombres y mujeres se reunieron entorno a una gran mesa. Oliver se sentó al lado de Isolda, dispuesto a hacer todo lo que ella hiciese. Lo que más le llamó su atención fueron sus grandes mostachos. Se parecían a los de Obélix, lo que le recordó una época que odiaba, pero a la que deseaba volver. La cena fue un pedazo de carne quemada por fuera, pero cruda por dentro, un trozo de pan en las mismas condiciones y de bebida a elegir entre: un agua marrón o un líquido negruzco que hacían llamar cerveza. Se arriesgó con la cerveza, no pensaba beber de ese agua que a saber la de bacterias que podía contener.
    Durante la cena observó atento a los nobles, apenas podía entender lo que decían, pero no hacía falta, entre sus gestos y los vítores del resto cuando terminaban de contar sus hazañas, se completaba la historia.

    Isolda acompañó a Oliver a hablar con el bardo de la tribu. Le contó lo que sucedió la otra noche, aunque obviando que el chico era de otra época.
    —En la noche de Samhain, el velo que separa los mundos se vuelve muy frágil y vulnerable. Oliver tocó un triskel, solar, masculino y vinculado al dios Dagda. Isolda, tú una triqueta, lunar, propio de la feminidad y asociado a la diosa Dana. Juntos se complementan y forman un todo. Tan solo con que los tocarais a la vez fue suficiente para rasgar el velo —les contó el bardo.
    —¿Cómo podemos volver a abrirlo? —preguntó Isolda.
    —Esperando al siguiente Samhain.
    Isolda miró a Oliver, deseando que no lo hubiera entendido, pero no fue así, su cara triste le delataba. Aunque ella no compartía su tristeza, una parte de ella se alegró al saber que aún permanecería allí durante trece ciclos lunares.

    Después de insistir durante medio ciclo lunar, Isolda consiguió convencer al joven del futuro para que aprendiera a luchar. Siora, su hermana, sería la encargada de enseñarle. Salió de su casa ataviada con una túnica azul de manga corta por debajo de las rodillas, con la cara pintada de azul brillante y trenzas estratégicamente distribuidas por su pelo enredado. Le conferían un aspecto feroz y bastante salvaje. Cuando la vio empuñar una espada con una mano y un hacha con la otra, Oliver tragó saliva y retrocedió unos pies, provocando risas entre las chicas.
    Dos ciclos lunares de duro entrenamiento y multitud de heridas de diferente consideración hicieron falta para que Oliver fuera capaz de vencerla en un combate. Si pudiera verse en un espejo, no se reconocería. Su cuerpo había perdido la forma redondeada, dejando al descubierto una musculatura más propia de un guerrero que de un joven estudiante de secundaria. Siora se acercó a él, con pintura azul en sus dedos.
    —Guerrero Oliver, estás listo para la batalla —le dijo, mientras esparcía el tinte azul por su cara y torso desnudo.

CONTINUARÁ...

05 enero 2022

Al otro lado del velo 1




Parte 1


Estaba anocheciendo cuando la calle empezó a llenarse de brujas, vampiros y fantasmas. Para Oliver era un día más en su miserable vida y eso que solo tenía quince años. Se había mudado recientemente a Brundall, un pueblo de Norfolk, desde Gales y sus nuevos compañeros se habían dedicado a convertir su vida en un infierno.
    —Obélix —le insultó un joven disfrazado de vampiro.
    Oliver le ignoró y siguió caminando de vuelta a casa. Sin embargo, el vampiro acompañado de su clan, no iba a darse por vencido.
    —¿Me dejas chuparte la sangre? Seguro que está súper dulce —añadió mientras los cuatro vampiros le rodeaban cortándole el paso.
    «Odio Halloween», pensó Oliver.
    Les conocía y sabía muy bien de lo que eran capaces. Los pocos segundos que transcurrieron hasta que una familia con niños pequeños giró en la esquina más cercana, se convirtieron en eternos minutos. Al verles, los vampiros se alejaron unos metros, lo que facilitó su huida. Era consciente de que no iban a tardar mucho en alcanzarle. En su carrera desesperada encontró una casa con la puerta del jardín entreabierta. Se coló dentro y cerró tras él. Desde la puerta le increparon para que saliera durante diez minutos. Cansados de esperar, tocaron el timbre para llamar la atención de la familia. Oliver se escabulló al jardín trasero, donde vio una gran arbolada. Las voces cada vez más cercana lo impulsaron a saltar la pequeña valla y a correr colina arriba. Conforme más se internaba entre los árboles, menos podía ver por dónde iba. En su huida, tropezó con una raíz y cayó de bruces. El clan le seguía y le recortaba distancia. Se puso en pie y volvió a correr. Las fuerzas le fallaron, no era un joven atlético, nunca lo había sido, pero además en los últimos meses había empezado a usar la comida para sentirse mejor y había engordado.

    A no mucha distancia de allí, Isolda, una chica algo más joven que Oliver, paseaba por ese mismo bosque. Se había escapado del festejo por la noche de Samhain. Todo su pueblo se estaba divirtiendo, en cambio, ella solo quería estar sola. Su madre y su hermana la agobiaban. No entendían que estuviese todo el día llorando desde que su padre apareció muerto. Se negaba a creer que fuera muerte natural, alguien tuvo que asesinarlo.

    Oliver sentía calambres en las piernas y no podía respirar. Se escondió detrás de un árbol enorme y los jóvenes pasaron de largo. Sus dedos tocaron un surco liso en el rugoso tronco. No era un simple corazón junto a las iniciales de dos jóvenes, era un símbolo mucho más elaborado. Recorrió el surco de una de las espirales hasta llegar al punto central donde convergían los tres brazos simétricos. Al llegar al centro, abrió la mano, cuando toda su palma estaba en contacto con el símbolo, este se iluminó, poco a poco, hasta que su luz pudo ser visible desde varias decenas de metros.

    Isolda, atraída por la luz, caminó hasta el árbol sagrado. Cuando estaba a tan solo cinco pies de distancia pudo distinguir el símbolo iluminado. Tres óvalos unidos en su parte central rodeados por un círculo cerrado. Había oído hablar de él, pero nunca lo había visto en ese roble. Recorrió el primer óvalo, mientras pronunciaba doncella; el segundo, madre y el tercero, anciana. Al colocar la palma de su mano sobre el símbolo, la luz se apagó y la chica se alejó del árbol sin darse cuenta de que se había abierto un agujero en el tronco.

    Las pisadas de los chicos cada vez más cercanas, consiguieron que Oliver se dejara caer al suelo, no podía más estaba cansado y solo. Sabía que no podía escapar, así que se quedó allí y escondió la cabeza entre los brazos. En el silencio de la noche, un ruido parecido al sonido que provocaba una puerta corrediza al abrirse, llamó su atención. Ahora la luz salía de dentro del tronco. Sintió curiosidad y sin pensarlo se coló por el hueco. Nada más poner el segundo pie dentro, un ruido seco le hizo girarse. Ya no estaba la grieta. No había salida. Tampoco vampiros. Pero estaba atrapado. La luz cada vez se volvía menos intensa. Parecía que quería que la siguiera, le iluminaba el camino. Tendría que correr para no perderla, se iba volviendo más rápida por segundos.
    El suelo era rocoso y las paredes parecían un tronco de madera. De pronto, una calavera a la derecha, después dos huesos más a la izquierda. Más tarde tendría que atravesar algunos metros en los que el suelo estaba cubierto de esqueletos calcinados y el hollín cubría hasta las paredes del tronco. Se detuvo al ver los esqueletos, sin embargo la luz seguía su curso. No podía perderla o quedaría a oscuras. Volvió a correr como alma que lleva el diablo. Cuando consiguió alcanzarla de nuevo, ésta se detuvo. Poco a poco se fue difuminando hasta desaparecer. Los ojos de Oliver necesitaron unos instantes hasta que se habituaron a la oscuridad. Instantes que aceleraron su corazón hasta casi llevarlo al borde del infarto. Una luz mucho más tenue que la anterior le indicó la salida del túnel. Corrió hasta ella con miedo a que ésta pudiera desaparecer como lo hizo la otra.
    El bosque había cambiado, los árboles eran más pequeños y estaban más juntos, aunque él no notó la diferencia. Tampoco reparó en la luna mucho más grande ni apreció que su fase había pasado de cuarto creciente a estar llena. No le importaba mucho, solo agradecía estar fuera de esa cosa, fuera lo que fuera y que sus compañeros no estuvieran allí.
    Oyó un rumor de agua, una cascada tal vez. Se encaminó hacia ella, no le vendría mal, lavarse las manos, la cara, se sentía sucio después de haber atravesado la nube de cenizas. Una pequeña laguna se abrió paso ante sus ojos. No estaba solo. Un chapoteo aceleró de nuevo su corazón cuando por fin se había relajado. Se arrastró por encima de una roca para asomarse y ver de dónde venía ese sonido. Era una joven, estaba de pie, se dejó caer hacia atrás, permitiendo que el agua la atrapara en su seno. «¡Está desnuda!» Volvió a levantarse y caminó hacia la orilla. su pelo era tan largo que parecía que nunca fuera a acabar de salir del agua. La vio recogerse la melena a un lado para escurrírsela, pero en ese momento, la oscuridad le proporcionaba intimidad suficiente. Oliver aprovechó para lavarse las manos y la cara, mientras ella se vestía.

    Isolda emprendió el camino de vuelta a casa sin ser consciente de que alguien la seguía, hasta que un crujido en una rama, la alertó. Se giró y agachó a la vez, como sí de una felina se tratase. Escuchaba, pero no oía nada ni veía a nadie. «Habrá sido un animal». Aún así decidió acelerar el paso. Si la pillaban fuera del muro de noche, podría tener un castigo bastante doloroso. Llegó hasta el muro construido con piedras. Se recogió el vestido, haciéndose un nudo a la altura de la cadera y lo escaló con un agilidad propia de la experiencia en escapadas nocturnas.

    Oliver llegó hasta la pared de piedra y a pesar de que había visto a la chica hacerlo, se sintió incapaz de imitarla, por lo que recorrió el perímetro buscando una mejor manera de llegar al otro lado. Cuando encontró una enorme puerta cerrada, no se atrevió a llamar. «¿Quién sabe lo que puede haber en su interior?». Siguió caminando en busca de algún lugar donde refugiarse durante la noche. Pensó que a la mañana siguiente todo se volvería más claro y seguro que encontraría el camino de regreso a casa. De todas formas, nadie lo echaría de menos, su padre trabajaba esa noche en el hospital. Encontró un montículo pegado al muro, seguro que le proporcionaría cierto aislamiento del viento. Se acurrucó en el suelo y al cabo de un rato empezó a tiritar. Se puso la capucha de la cazadora y se cubrió con hojas secas, para aislarse del frío.
    Oliver se despertó sobresaltado al oír unas fuertes pisadas, creyendo que una manada de lobos le acechaba. Al abrir los ojos vio que estaba solo, pero el sonido seguía ahí. Se acercó sigiloso hasta donde podía ver la puerta, logró observar de refilón como alguien a caballo atravesaba el muro. La luz del día le permitió encontrar un punto débil. Un hueco del tamaño de un puño que le permitía asomarse. Lo primero que vio fue una mujer, alta y muy bella. Su pelo rojizo le caía formando ondas hasta la cadera. A su lado, dos jóvenes. Oliver reconoció a una de ellas, era la joven de la noche anterior, rivalizaba en belleza con la que podría ser su madre. Sus vestidos eran similares: manga larga, recto hasta los tobillos y colores llamativos. La madre iba de rojo, la joven que había conocido de azul y su hermana, quizá un año más joven, de amarillo. Las tres con un cordón en la cintura a modo de cinturón y una capa que podría ser de lana sujeta por un broche.

    La reina Boudica observaba al procurador romano Cato Deciano, ataviado con una fina túnica de color blanco y por encima una toga de color rojo. Parecía enfadada, más bien furiosa.
    —Mi marido, el rey Prasutago, pactó con el emperador Claudio, que mis hijas gobernarían el reino en coalición —le gritó Boudica.
    —Claudio, ha muerto y Nerón ha ordenado anexionar estas tierras a su imperio. La ley romana no acepta ni aceptará nunca el reinado de una mujer.
    —No mientras yo viva. Jamás cederé mis dominios —le contestó Boudica en voz áspera y decidida.
    —No estoy aquí para negociar con vos, ya no tiene autoridad. ¡Soldados registrad el pueblo e incautad todos los enseres de valor!
    La guardia real les cortó el paso.
    —¡Los que se resistan, apresadlos! —añadió Cato.
    Los britanos se defendieron, pero al ser minoría acabaron atados con cuerdas, observando cómo su reina no se dejaba intimidar y les impedía la entrada a su casa a los romanos.
    —Azotadla —ordenó Cato.

CONTINUARÁ...

03 enero 2022

Al otro lado del velo




Sinopsis


Una noche de Halloween, un joven atraviesa el velo entre los mundos, cruzando a una época donde la reina celta Boudica defendían sus tierras frente a los romanos. Se vera obligado a adentrarse en sus costumbre mientras encuentra una manera de volver a su época. ¿Lo conseguirá o decidirá quedarse? Entra y descúbrelo.


Capítulos

1. Capítulo 1
2. Capítulo 2
3. Capítulo 3

02 enero 2022

Te esperaré, al final del Camino


Sinopsis

Un alto en el camino nos cuenta como la vida puede cambiarnos en minutos. Nos habla de superación de obstáculos y de como el amor puede ayudarnos a superar cualquier tiempo de problema. Nos cuenta como un accidente puede dejarte paralítico y como adaptarse a tu nueva vida.

Cuando la vida te da limones, hazte una limonada.        

Capítulos 

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