Por la cabeza de Martin pasa todo el momento a cámara lenta.
—Yo qué sé, sé estaba ahogando y lo he cogido como he podido. Mira como tengo los brazos. —Martin los estira hacia él y Juanjo ve que están llenos de arañazos. No puede evitar pasar la yema de sus dedos por su antebrazo, pero Martin los retira, furioso. Lo ha dejado solo—. Lo he metido en el transportín y lo he llevado corriendo al veterinario… No sabían lo que tenía… Te he llamado una vez y otra y otra vez… ¿No sabía que tenía que hacer? La veterinaria me ha dicho que lo tenía que dormir porque estaba sufriendo. Le he dicho que sí. ¿Por qué que otra cosa podía decirle? Quería que estuvieras allí, pero estabas muy ocupado con tu juego y tus amigos mientras yo estaba teniendo un ataque de ansiedad porque estaba durmiendo a tu gato y tú no eras capaz de cogerme el teléfono. Seguro que lo has visto y has pensado, ya está el pesado este otra vez.
Martin vuelve a llorar con ira, al recordar como el pobre gatito se iba quedando dormido en la fría consulta del veterinario, ni su ronroneo cuando le acariciaba, ni el dolor que sintió cuando su corazón se detuvo mientras pasaba su mano por su pecho. ¿Y dónde estaba su novio?
—Lo siento —le dice Juanjo sobrepasado por la situación.
—No me sirve de nada que lo sientas. Ya no… —Permanece en silencio unos instantes—. No quiero estar contigo… No quiero.
—Joder. —Juanjo suspira.
—No quiero.
Martin se va dejándole solo en el pasillo y Juanjo se queda paralizado, no es la primera vez que le amenaza con irse, pero esta vez siente que es diferente. No pueden abandonarle los dos el mismo día… Va tras los pasos de su pareja y entra en la salita, la mantita que usaba para dormir y el ratón con el cascabel que tanto le gustaba le reciben. Se agacha para cogerlo.
—Tenemos que llevárselo cuando vayamos a recogerlo —dice Juanjo.
—Ya no lo va a necesitar —le responde con suavidad. Coloca su mano en el pecho de su amado, intentando darle algo de consuelo.
—Ya.
Juanjo rememora sus últimos instantes con Cacahuete, estaba bien. ¿Cómo ha podido pasar todo eso en poco más de dos horas?
—No me lo puedo creer. ¿Qué le ha pasado? ¿No te han dicho nada? —le cuestiona mientras aparta la mano de su pecho con furia—. ¿Quizás si lo hubieras llevado a otro sitio?
Martin aprieta el puño clavándose las uñas en la palma y sale de la habitación. Así es como le agradece lo que ha hecho por él. Necesita tomar el aire, alejarse. Su novio necesita espacio, pues va a tener todo el espacio del mundo.
Juanjo escucha como su amado, abre la puerta de la calle. Es consciente de que si permite que se vaya, nunca más volverá a verle y corre detrás de él. Sujeta la puerta para impedirle que salga.
—No te vayas. Ahora no. Te necesito. Lo siento. Sé que no ha sido culpa tuya. Perdóname.
FIN
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