28 marzo 2019

Yelena Mukhina - La niña triste de la gimnasia artística

Elena Mukhina es uno de los símbolos de la oscuridad que se vivía en relación al deporte más allá del Telón de Acero. Tiempos en los que el esfuerzo en busca del éxito se llevaba hasta extremos intolerables para el cuerpo humano. Esta gimnasta, extraordinaria, destinada a ser campeona olímpica en Moscú en 1980 sufrió una desgraciada lesión sobre la que los dirigentes de la URSS solo arrojaron confusión o silencio. Había sido capaz de destronar poco antes a Nadia Comaneci en el Mundial, pero allí acabó su gloria deportiva. Se han cumplido ya doce años de su muerte, el día 22 de diciembre de 2006.Elena Mukhina era una chica triste con una mirada triste. Pocos motivos tenía para sonreír. La vida le enseñó demasiado pronto su cara más amarga porque con años su padre las abandonó a ella y a su madre y cuando solo tenía cinco años perdió a su madre en un incendio. Pasó al cuidado de su abuela materna, siendo siempre una niña triste y muy seria, pocas veces se la veía sonreír. Elena encontró refugio en la gimnasia el día en que un entrenador acudió a su colegio en busca de niñas que quisiesen entrar a formar parte de la selección con la que contaba el CSKA de Moscú. Tenía solo doce años y de inmediato los técnicos advirtieron en aquella menuda muchacha, permanentemente seria, unas condiciones gigantescas. 
Mihajl Klimenko, que venía de la gimnasia masculina, se convirtió en su entrenador. Con él Mukhina descubrió las sesiones interminables, la exigencia por norma, no concederse ni un respiro y llevar el cuerpo muy por encima de los límites. Las autoridades deportivas de la URSS estaban inquietas a mediados de los setenta por la irrupción arrolladora de las gimnastas rumanas que se habían atrevido a discutir su tradicional reinado. En 1976, con dieciséis años, Mukhina gana con el campeonato nacional juvenil casi al mismo tiempo que Nadia Comaneci se impone en los Juegos Olímpicos de Montreal y genera una crisis interna en la gimnasia soviética que no acepta la derrota con facilidad. Las autoridades cargan contra la responsable del equipo, la legendaria Larisa Latynina, que dice aquello de "yo no tengo la culpa de que Comaneci haya nacido en Rumanía". Se suceden las reuniones y la petición de explicaciones. La consigna interna resulta muy clara: una cosa es perder en Montreal y otra bien diferente es hacerlo en 1980 en los Juegos de Moscú con lo que se intensifica el trabajo de cara a esa cita. Y en ese momento todo el mundo mira hacia Elena Mukhina; la única gimnasta en la que se advierte el potencial suficiente como para hacer frente a la diosa rumana. Por aquel entonces Klimenko, su entrenador, comienza a introducir elementos propios de la gimnasia masculina en los ejercicios de las mujeres. Respeta la tradición soviética de los movimientos basados en la expresión y el ballet, pero aparecen nuevos saltos y giros nunca vistos antes en la gimnasia femenina. Lo que no cambia es la disciplina y las más de ocho horas de entrenamiento diarias.
En 1977 comienzan a llegar los primeros frutos. En el Europeo Mukhina gana tres oros y pierde por escaso margen el concurso general ante Comaneci. Es un simple aviso de lo que sucedería al año siguiente en el Mundial de Estrasburgo. Es la hora de la explosión de la gimnasta moscovita que conquista cinco oros y se impone a la rumana. En Francia sorprende su inmensa seguridad y la mezcla de plasticidad y potencia que inundan sus ejercicios. Los analistas comenzaron a referirse a un nuevo tiempo en la gimnasia femenina representado por Elena Mukhina.

El problema es que Klimenko quería llevar demasiado lejos su plan. De cara a los Juegos de Moscú comenzó a incluir en el ejercicio de suelo de Mukhina el salto Thomas que solo realizaban los hombres y que resultaba extremadamente peligroso porque si no se alcanzaba la altura y velocidad necesarias se corría el riesgo de sufrir una seria lesión. Años después la propia Mukhina confesaría que en más de una ocasión, de forma tímida, había comentado a su técnico que no se sentía demasiado segura realizando ese salto y que la respuesta que le había dado era que "las gimnastas como tú no se rompen el cuello".

En 1979, su rumbo se complicó de forma inesperada, durante unos entrenamientos para el Mundial de Estados Unidos se rompió una pierna que la tuvo de baja unos meses, algo que no se podían permitir, su estrella no podía estar sin entrenar por lo que Klimenko y Aman Shaniyazov, que era el jefe de equipo de la URRS la presionaron para que volviera a los entrenamientos y llegó a reaparecer pero su pierna estaba torcida así que la tuvieron que operar. El calendario comenzaba a presionar a los dirigentes del deporte soviético y de la Federación de Gimnasia en particular. Aunque de un modo ligeramente mas prudente la presión sobre Mukhina se mantuvo. 



Reapareció unos meses antes de los Juegos, Klimenko aunque mantenía movimientos femeninos que venían del ballet como marca la tradición de la gimnasia artística rusa, decidió incluir otros saltos masculinos para hacer su coreografía mucho mas espectacular ya que Elena se había ganado su fama precisamente por la dificultad que entrañaban todos sus ejercicios y la perfección y soltura con la que los llevaba a cabo. Klimenko no cambió los planes sobre el salto Thomas pese a que el periodo de baja había mermado las condiciones de la moscovita. El técnico estaba convencido de que los Juegos de 1980 merecían un elemento como ese que cambiaría para siempre la historia de la gimnasia femenina y convertiría a Mukhina en una leyenda. Elena llegó a decirle a su entrenador que no se veía haciendo el salto, que la daba miedo y él le respondió que una persona como ella nunca se rompería el cuello haciendo ese salto.

Dos semanas antes de la cita, en una concentración en Minsk, llegó la tragedia. Mientras entrenaba el ejercicio de suelo, . Elena estaba agotada, los entrenamientos pasaban las 8 horas diarias con creces, arrastraba sus lesiones mal curadas lo que hacia que no estuviese al 100% y Klimenko la exigía mas y mas, por lo que una de las veces que hizo el salto Thomas, la gimnasta no logró la altura necesaria y se golpeó con violencia la cabeza contra el suelo, golpe que le provocó la rotura de varias vértebras.

La Federación Soviética se limitó a decir que una lesión apartaba a Mukhina de los Juegos Olímpicos mientras comenzaban a circular rumores sobre la verdadera causa de su ausencia. Se había quedado tetrapléjica tras romperse el cuello, una verdad que tardó meses en conocerse porque la URSS escondió a la deportista y consiguió construir a su alrededor una barrera que nadie era capaz de cruzar. Tuvo que pasar más de un año hasta que los medios publicaron el verdadero estado de la gimnasta, momento en que algunos de los dirigentes la acusaron directamente de querer realizar "ejercicios para los que no estaba preparada". Mukhina apenas dijo nada y solo en una entrevista para un documental admitía ser una víctima de un sistema enfermizo que solo contemplaba llegar al éxito en el deporte de la manera que fuese. Su abuela la cuidó hasta que el 22 de diciembre de 2006 murió como consecuencia de las complicaciones derivadas de su grave lesión. El salto Thomas fue prohibido para siempre en la gimnasia femenina.





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