31 enero 2021

25 mejores comienzos de novela desde el año 1951 hasta 1979

En los tiempos que corren, en el que se publican al día cientos de libros. Un pequeño detalle puede marcar la diferencia, entre que un libro sea leido o que permanezca en la estantería. Uno de esos detalles, es el inicio de la novela. Si un párrafo te engancha probablemente te animes a continuarlo. Hay formas de introducir una historia, tan carismáticas y memorables, que nos muestran no sólo un brillante dominio del lenguaje y del ingenio, sino también nos desvelan la esencia y no revelan en una sola frase la temática de la novela . Por eso a algunos escritores les cuesta tanto comenzar a escribir, dado que necesitan encontrar la frase perfecta con la que empezar su narración. Hoy vamos a ver algunos de los mejores comienzos de novela desde el año 1950 hasta 1979:

1. El guardían entre el centeno, J. D. Salinger (1951)

Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso.


2. El hombre invisible, de Ellison (1952)

Soy un hombre invisible. No, no soy uno de aquellos trasgos que atormentaban a Edgar Allan Poe, ni tampoco uno de esos ectoplasmas de las películas de Hollywood. Soy un hombre real, de carne y hueso, con músculos y humores, e incluso cabe afirmar que poseo una mente. Sabed que si soy invisible ello se debe, tan sólo, a que la gente se niega a verme. Soy como las cabezas separadas del tronco que a veces veis en las barracas de feria, soy como un reflejo de crueles espejos con duros cristales deformantes. Cuantos se acercan a mí únicamente ven lo que me rodea, o inventos de su imaginación. Lo ven todo, cualquier cosa, menos mi persona.


3. El viejo y el mar, de Ernest Hemingway (1952)

Era un viejo que pescaba solo en un bote en la corriente del Golfo y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez.


4. Fahrehneit 451, de Bradbury (1953)

Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre le latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guiñapos y ruinas de la Historia.


5. 1984, de George Orwell (1954)

Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece.


6. El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien (1954)

Cuando el señor Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado anunció que muy pronto celebraría su cumpleaños centesimodecimoprimero con una fiesta de especial magnificencia, hubo muchos comentarios y excitación en Hobbiton.


7. Pedro Páramo, de Juan Rulfo (1955)

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo


8.Lolita, de Nabokov (1955)

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.


9. El tambor de hojalata, de Günter Grass (1959)

Lo reconozco: estoy internado en un establecimiento psiquiátrico y mi enfermero me observa, casi no me quita el ojo de encima; porque en la puerta hay una mirilla, y el ojo de mi enfermero es de ese color castaño que a mí, que soy de ojos azules, no es capaz de calarme.


10. Flores para Algernon, de Daniel Keyes (1959)

El doctor Strauss dise que debo escrebir lo que yo pienso y todas las cosas que a mi me pasan desde aora. No se porque pero el dise que es mui inportante para que ellos puedan ber si ellos pueden usarme a mi. Espero que ellos puedan usarme a mi pues miss Kinnian dise que ellos quisa pueden aserme listo. Yo qiero ser listo


11. El siglo de las luces, de Carpentier (1962)

Esta noche he visto alzarse la Máquina nuevamente. Era, en la proa, como una puerta abierta sobre el vasto cielo que ya nos traía olores de tierra por sobre un Océano tan sosegado, tan dueño de su ritmo, que la nave, levemente llevada, parecía adormecerse en su rumbo, suspendida entre un ayer y un mañana que se trasladaran con nosotros.

Cápitulo 1

Detrás de él, en acongojado diapasón, volvía el Albacea a su recuento de responsos, crucero, ofrendas, vestuario, blandones, bayetas y flores, obituario y réquiem —y había venido éste de gran uniforme, y había llorado aquél, y había dicho el otro que no éramos nada…


12. Alguien voló sobre el nido del cuco, de Ken Kesey (1962)

Están ahí fuera. Chicos negros vestidos de blanco que se esconden de mí para tener relaciones sexuales en el pasillo y luego lo limpian todo antes de que pueda descubrirlos en pleno acto


13. Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos (1962)

Sonaba el teléfono y he oído el timbre. He cogido el aparato. No me he enterado bien. He dejado el teléfono. He dicho: «Amador». Ha venido con sus gruesos labios y ha cogido el teléfono.


14. La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes (1962)

Yo despierto… Me despierta el contacto de ese objeto frío con el miembro. No sabía que a veces se puede orinar involuntariamente. Permanezco con los ojos cerrados. Las voces más cercanas no se escuchan. Si abro los ojos, ¿podré escucharlas?…


15. Rayuela, de Julio Cortázar (1963)

¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua.


16. La campana de cristal, de Sylvia Plath (1963)

Era un extraño y bochornoso verano, el año en que electrocutaron a los Rosenberg, y yo no sabía qué estaba haciendo en Nueva York


17. Herzog, de Saul Bellow (1964)

Si estoy chalado, tanto mejor”, pensó Moses Herzog. Algunos lo creían majareta, y durante algún tiempo él mismo había llegado a pensar que le faltaba un tornillo.


18. A sangre fría, de Capote (1965)

El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman "allá".


19. Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante (1965)

Showtime! Señoras y señores. Ladies and gentlemen. Muy buenas noches, damas y caballeros, tengan todos ustedes. Good-evening, ladies & gentlemen. Tropicana, el cabaret más fabuloso del mundo…


20. Cien años de soledad, de García Márquez (1967)

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.


21. Rebeldes, de Susan E. Hinton (1967)

Cuando salí a la brillante luz del sol desde la oscuridad del cine tenía sólo dos cosas en la cabeza: Paul Newman y volver a casa.


22. Conversación en la catedral, de Mario Vargas Llosa (1969)

Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?


23. Matadero cinco, de Kurt Vonnegut (1969)

Todo esto sucedió, más o menos.


24. El pájaro espino, Colleen McCullough (1977)

Hay una leyenda sobre un pájaro que canta solo una vez en su vida, y lo hace más dulcemente que cualquier otra criatura sobre la faz de la tierra.


25. Si una noche de invierno un viajero, de Calvino (1979)

Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero. Relájate. Recógete. Aleja de ti cualquier otra idea. Deja que el mundo que te rodea se esfume enlo indistinto. La puerta es mejor cerrarla; al otro lado siempre está la televisión encendida. Dilo en seguida, a los demás: «¡No, no quiero ver la televisión!» Alza la voz, si no te oyen: «¡Estoy leyendo! ¡No quiero que me molesten!» Quizá no te han oído, con todo ese estruendo; dilo más fuerte, grita: «¡Estoy empezando a leer la nueva novela de Italo Calvino!» O no lo digas si no quieres; esperemos que te dejen en paz.


¿Cuáles es vuestro comienzo de libro favorito? ¿Pensáis que un buen comienzo es el augurio de una buena novela? ¿Cómo empieza el libro que estás leyendo? Déjamelo en los comentarios

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