Un crimen, un legado y un secreto. ¿Qué nos revelará el manuscrito de
Frida?
En un barrio obrero de Madrid, en otoño de 1996, acontecen unos hechos
en los que se mezcla la vida de unos activistas que reivindican una
nave abandonada como centro cívico, un crimen con un móvil extraño,
una compleja investigación policial, corrupción urbanística, drogas,
contagios de SIDA, y un poeta en ciernes lleno de contradicciones
existenciales que se enamora de forma compulsiva y equívoca, mezclando
la realidad con la fantasía. Un bar-librería se convierte en epicentro
de tertulias culturales y de otros eventos que van a marcar durante
esos días la ajetreada vida del barrio. El hilo conductor del relato
es la adaptación a la novela que realiza Laura, la hija de Frida, de
un manuscrito que le ha legado esta al fallecer, veinte años después.
En ese manuscrito, Laura descubre cómo sucedieron unos hechos
desconocidos para la mayoría de la gente del barrio y para ella misma,
así como ciertos secretos sobre su origen, el de su familia, y el de
otras personas cercanas cuyas vidas creía conocer.
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Es la primera novela que leo de este escritor, al que conozco
personalmente y como todos sabemos es difícil ser objetivo cuando
haces una reseña de una persona a la que estimas. Pero voy a intentar
ser lo más objetiva posible.
El autor nos contó durante la presentación de su libro, perteneciente
al género de novela negra, que no es una novela policiaca al uso. El
eje central trata del intento de resolución de un crimen, pero
realmente es la excusa para abordar una serie de temas tales como las
relaciones humanas y la problemática social de la década de los
noventa.
La novela está claramente dividida en tres partes: dos de ellas
escritas en un pasado relativamente cercano (2017) y otra central que
transcurre en la década de los noventa. Quiero hacer este matiz,
porque hay una clara diferencia entre dos épocas:
La parte central, consiguió atraparme desde el principio, llevándome
sobre railes hasta el final de la historia casi sin darme cuenta. En
cambio, el inicio y el fin transcurren más recientemente y tengo que
reconocer que no me resultaron tan atractivas. En la primera parte, el
escritor nos presenta a la hija de Frida y nos cuenta que ella será la
encargada de escribir la novela a partir del manuscrito que le dejo su
madre al fallecer. El ritmo de está parte me resultó un poco lento y
en cierto modo me costó adentrarme en su mundo, quizá porque el lugar
de mostrarnos cómo descubrió el manuscrito, se limita a contárnoslo.
Con el final me ocurrió al contrario, en él se cierra de forma
precipitada algunos flecos que no son parte del manuscrito, sacándote
por momentos de la historia.
Para el resto de la reseña, me voy a centrar en la parte más extensa
de la novela, que es la parte del manuscrito de Frida:
La novela transcurre en los noventa, una época en la que comenzamos a
pagar todos los excesos de la década anterior. En los ochenta,
descubrimos una libertad que durante años no había existido y con ella
llegaron las drogas y una vida de desenfreno, que unos años después
nos daríamos cuenta de que tenían consecuencias, como fueron las
adiciones, embarazos no deseados y el SIDA. Frida sería testigo de
ello de primera mano. Aunque no todo fue malo, también fue una etapa
de gran despertar en derechos civiles, sin miedo a represalias, la
gente tomó las calles para conseguirlos. Todo ello queda fielmente
reflejado a lo largo de la novela.
Las descripciones no resultan excesivas ni interrumpen
la lectura, solo las justas para hacerte una idea del lugar donde se
desarrolla la escena, así como de la imagen que nos presenta de los personajes.
La protagonista es una joven, llamada Frida, un tanto díscola, que a
pesar de haber nacido y vivido durante su infancia y adolescencia en
el barrio de Salamanca decide mudarse al barrio de Vallecas para
abrir, allí, un café-tetería-librería llamado Artemisa; un enamoradizo
poeta, Lemus, que acaba idealizando a las mujeres que se cruzan en su
vida; Nely, la mejor amiga y socia de Frida en su negocio, ella será
la encargada de poner un poco de sensatez en la vida de la
protagonista y un misterioso joven, un tanto macarrilla, conocido como
Marcelo, que aparece al rescate cuando Frida se ve envuelta en una
situación un tanto peligrosa y al que no será capaz de olvidar. Este
joven además le introducirá en un mundo hasta ese momento desconocido
para ella, a través de un local ocupado conocido como la botonera.
La aparición del cadáver de Toño, un conocido de la protagonista,
romperá la vida monótona de Frida y su entorno. Los detectives
Fernández y Fernández, llamados así en recuerdo de los detectives de
Tintin, serán los encargados de averiguar quién o quiénes son los
responsables de su muerte. Dos policías diferentes, no solo en su
físico sino también en sus procedencias y en las formas de afrontar
los interrogatorios.
Una de las cosas que más ha llamado mi atención de la novela, son las
voces de los personajes, ya que cada uno tiene una jerga acorde a su
nivel cultural y profesional, que te permite saber incluso quien habla
sin necesidad de que te lo indique el autor.
Es una novela que yo recomendaría leer a los jóvenes que no vivieron
esa época y a algunos adultos que a veces olvidamos, todos los
derechos que conquistamos en esa década. Las barreras que derribamos
en la visibilización de colectivos oprimidos y que hoy en día, dos
décadas después seguimos luchando por derribar.
Si me preguntaseis si volvería a leer algún libro de José Manuel, la
respuesta sería un sí rotundo. Tengo pendiente su libro anterior que
leeré en cualquier momento y deseo que se anime a seguir escribiendo.
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