Hace unos días mandé un relato al Premio Café Español y ya está publicado en su web.
|
—¿Por qué me quieres ver en pelotas? —te dice con cara de estupefacción mientras tira de su cinturón con celeridad hacia arriba para cubrirse.
Tú le miras boquiabierta desde el suelo, paralizada, y sientes que te estás poniendo más roja que un tomate.
—¡Lo siento! —balbuceas, pero la realidad es que no lo sientes ni lo más mínimo.
Acababas de entrar medio a empujones en un autobús repleto, como siempre a estas horas, y justo a la altura del bombón que escudriñas cada mañana; el conductor ha decidido arrancar. Lo que te ha llevado a perder el equilibrio y a agarrarte a sus pantalones; que para tu desgracia, o mejor dicho: fortuna, eran anchos y no estaban bien sujetos.
Te ofrece la mano para ayudarte a levantarte y tú la aceptas. Apenas si eres capaz de mirarle a los ojos, cuando de nuevo, otro frenazo en seco está a punto de hacerte caer. Él te sujeta por la cintura y acabas pegada a su cuerpo. Apoyas tu frente en su pecho para no tener que hacer frente a esos labios que tanto te atraen. La mera idea de que la cercanía le permita darse cuenta de que tu corazón late a mil por hora, te vuelve irracional y en cuanto el autobús se detiene abriendo la puerta, te disculpas de nuevo con el bombón y sales disparada hacia ella. No es tu parada, lo sabes, pero tienes que alejarte de él o acabarás haciendo una tontería.
—¿Dónde vas? Esta no es tu parada —te dice cogiéndote de la mano.
Te detienes, sabes que es verdad y si te bajas, llegarás tarde al trabajo.
—¿Cómo sabes que no es mi parada? —le preguntas.
Se queda cortado y no sabe como responderte. Es posible que te haya visto abrir la tienda de ropa interior situada frente a su oficina. Él nunca ha entrado, no es el tipo de perfil que suela comprar en tu establecimiento.
—Llevo un tiempo observando como me desnudas con la mirada, aunque no esperaba que fueras a llegar tan lejos.
Te está vacilando. ¿En serio, se lo vas a permitir?
—Es deformación profesional. Me gusta dar el mejor servicio a mis clientes —le sueltas sin pensar. Tú misma te das cuenta de lo mal que ha sonado eso, no necesitas ver su sonrisa picarona ni esperar la respuesta sarcástica que está a punto de pronunciar y te adelantas—: Me dedico a asesorar sobre ropa interior a mis clientes, intento ofrecerles consejos personalizados.
—¿Y qué opinas de la mía? —te vacila de nuevo.
—¿No crees que eres demasiado mayor para llevar un bóxer de Los Picapiedra?
—¡Eres rápida! ¿Y qué me aconsejarías?
—Pásate por la tienda y seguro que te encuentro algo más apropiado.
—¿Me estás pidiendo una cita?
—No, yo suelo salir con adultos —le guiñas el ojo y pulsas el botón de parada.
El autobús se detiene al instante y te bajas. Caminas despacio, esperando que te alcance, sin embargo, se ve interceptado por un compañero de trabajo nada más poner un pie en la calzada. ¡Qué pena! Te habría gustado seguir provocándole.
Son las seis de la tarde cuando el bombón aparece por la puerta de tu tienda y finge no conocerte.
—Hola, ¿podrías ayudarme? —te dice.
—Claro. ¿Qué necesitas?
—Esta mañana una joven audaz me ha pedido que me compre un bóxer de adulto antes de aceptar una cita conmigo. No sé muy bien a que se refería, pero estoy seguro de que tú podrás echarme una mano.
Únicamente, él es capaz de hacer que eso te suene tan sugerente.
|
Si quieres leer el resto de los relatos de mis compañero puedes descargarte el fichero:
|
pdf
|
epub
|
mobi
|
Si quieres leer más relatos
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario