El principito (Le Petit Prince), publicado el 6 de abril de 1943, es el relato corto más conocido del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry. Lo escribió mientras se hospedaba en un hotel en Nueva York y fue publicado por primera vez en los Estados Unidos. Ha sido traducido a ciento ochenta lenguas y dialectos, convirtiéndose en una de las obras más reconocidas de la literatura universal.
Un aviador queda incomunicado en el desierto tras sufrir una avería en su avión a mil millas de cualquier región habitada.
Allí se encontrará con un pequeño príncipe de cabellos de oro que afirma vivir en un pequeñísimo asteroide llamado B 612, que comparte con una flor caprichosa y tres volcanes, con el que no tardará en congeniar. Pero tiene «problemas» con la flor y empieza a experimentar la soledad; hasta que decide abandonar el planeta en busca de un amigo. Buscando esa amistad recorre varios planetas, habitados sucesivamente por un rey, un vanidoso, un borracho, un hombre de negocios, un farolero, un geógrafo…
En sus conversaciones, el principito le relatará su visión de la vida y las personas, de esa sabiduría que se pierde cuando las personas abandonamos la infancia.
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Antoine de Saint-Exupéry escribió e ilustró esta obra mientras se encontraba exiliado en los Estados Unidos, tras la batalla de Francia. En su obra autobiográfica Tierra de hombres narra cómo en 1935 su avión se estrelló en el desierto del Sáhara mientras intentaba romper un récord de velocidad.
Los mapas que tenía eran muy antiguos, por lo que perdió el rumbo en el desierto. Muy pronto sobrevino la deshidratación, por lo que tanto él como su copiloto comenzaron a tener espejismos y alucinaciones. Al cuarto día los encontró un beduino que les salvó la vida. Obviamente, El Principito tiene muchos puntos en común con esa historia, por lo que es difícil saber dónde termina la realidad y empieza la ficción.
En esta obra, Saint-Exupéry también deja entrever su preocupación por la guerra y los crímenes fascistas, por lo que, en cierta forma, es un intento de rescatar la esperanza y el amor. Y nada mejor que recurrir a la mente de un niño pequeño para recordarnos a los adultos lo que es verdaderamente importante en la vida.
7 grandes lecciones
1. Ve más allá de la apariencia, siempre
“Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos […] Los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón”.
En una sociedad donde la apariencia parece haber desbancado todo lo demás, esta idea cobra aún más protagonismo. Saint-Exupéry no solo nos anima a mirar más allá de la apariencia, sino también a deshacernos de nuestros prejuicios y estereotipos para conectar realmente con las personas y conocerlas más allá de su profesión, posición social o aspecto físico.
2. No exijas a los demás lo que no pueden darte
“Es necesario exigir a cada uno lo que cada uno puede dar. La autoridad reposa, ante todo, sobre la razón”.
Las mayores desilusiones suelen provenir de nuestras expectativas, de esperar que los demás se comporten y piensen como nosotros. Así, terminamos llevando al límite a quienes más amamos, imponiéndoles nuestros sueños y forma de ver la vida. Saint-Exupéry nos anima a ser razonables y no presionar innecesariamente a los demás. El amor debe ser incondicional, jamás debe representar un peso para quien lo recibe.
3. Conócete a ti mismo antes de criticar a los otros
“Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio”.
La crítica dice mucho más de quien critica que de quien es criticado porque solemos juzgar lo que no entendemos, no queremos aceptar o nos asusta. La práctica del auto-conocimiento, ser conscientes de nuestros errores, limitaciones y debilidades nos permitirá adoptar una actitud más conciliadora y tolerante. Se trata de un cambio de perspectiva considerable: dejar de fijarnos tanto en los errores y actitudes ajenas para centrarnos en mejorar como personas.
4. No es más feliz quien más tiene, sino quien valora lo que posee
“Los hombres de tu tierra cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín y no encuentran lo que buscan. Y, sin embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en una sola rosa”.
Muchas personas pasan toda su vida buscando el secreto del éxito, pensando que cuando finalmente logren todo eso que siempre han ansiado serán felices. Sin embargo, el secreto de la felicidad podría ser mucho más sencillo y fácil de alcanzar porque radica en sentir gratitud por lo que tenemos y por las personas que están a nuestro lado. Tener más no significa ser más rico ni más feliz.
5. La vida no se mide, se vive
“Las personas mayores aman las cifras. Cuando ustedes les hablan de un nuevo amigo, nunca preguntarán lo esencial. ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas? En cambio preguntarán: ¿Cuántos años tiene? ¿Cuánto gana su padre?”
A medida que crecemos las matemáticas nos ganan la partida. Comenzamos a valorar la vida en términos numéricos y nos olvidamos de lo verdaderamente importante. Creemos que el valor de las cosas, e incluso de las experiencias, depende de su precio; olvidamos que el valor viene dado por el significado y la importancia que le atribuyamos, más allá del “valor” que intenta imponer la sociedad.
6. Invierte tu tiempo en crear relaciones especiales
“No conocemos más que las cosas que domesticamos. Los hombres no tienen tiempo de conocer nada. Compran las cosas hechas en los mercados. Pero como no hay mercados de amigos, los hombres no tienen amigos”.
Solo podemos conocer a una persona si pasamos tiempo a su lado, si le acompañamos en los buenos y malos momentos. Esa es la única manera de construir una sólida red de apoyo social que nos sostenga cuando más lo necesitamos. No debemos olvidar que el tiempo es nuestra posesión más valiosa y debemos usarlo sabiamente para construir relaciones especiales.
7. La avaricia te ciega y te impide apreciar la belleza
“Conozco un planeta en el que vive un señor muy colorado. Nunca ha olido una flor. Nunca ha contemplado una estrella. Nunca ha amado a nadie. Nunca ha hecho otra cosa que sumas. Se pasa el día diciendo: ‘Soy un hombre serio, soy un hombre serio’, lo que le hace hincharse de orgullo. ¡Pero eso no es un hombre, es un hongo!”
Acumular riquezas y desear siempre más puede impedir que disfrutes de las pequeñas cosas o, incluso, puede opacar los logros que ya has alcanzado. Cuando pones tu vista siempre adelante, cuando siempre ansías algo más, pierdes la posibilidad de disfrutar del presente, que es lo único que tienes. Recuerda que la vida no se mide en riquezas sino en los momentos que has disfrutado.
Una historia que a priori parece que está escrita para niños, pero que aborda temas vitales, que todo adulto olvido con el transcurrir de los años. Para un niño es solo un libro de aventuras, para un adulto se convierte en una historia que le ayuda recordar valores que va perdiendo con los años.
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