09 abril 2020

Juan Sin Miedo


Érase una vez un hombre que tenía dos hijos totalmente distintos. Pedro, el mayor, era un chico listo y responsable, pero muy miedoso. En cambio su hermano pequeño, Juan era un zoquete, pero jamás tenía miedo a nada, así que en la comarca todos le llamaba Juan sin miedo.
     A Juan no le daban miedo las tormentas, ni los ruidos extraños, ni escuchar cuentos de monstruos en la cama. El miedo no existía para él. A medida que iba creciendo, cada vez tenía más curiosidad sobre qué era sentir miedo porque él nunca había tenido esa sensación.
     Un día, el padre le dijo que necesitaba aprender a ganarse la vida, y el niño estuvo de acuerdo, y le pidió a su padre que le mostrara qué era tener miedo. Su hermano mayor comenzó a reír, pensando que su hermano era realmente estúpido, mientras que el padre le dijo que aprendería lo que era el miedo, pero que eso no pondría comida sobre la mesa.
     Metió algunos alimentos y algo de ropa en una mochila y echó a andar. Durante días recorrió diferentes lugares, comió lo que pudo y durmió a la intemperie, pero no hubo nada que le produjera miedo. Una mañana llegó a la capital del reino y vagó por sus calles hasta llegar a la plaza principal, donde colgaba un enorme cartel firmado por el rey que decía: “Se hace saber que al valiente caballero que sea capaz de pasar tres días y tres noches en el castillo de terror, se le concederá la mano de mi hija, la princesa Esmeralda”
     Juan sin miedo pensó que era una oportunidad ideal para él. Sin pensárselo dos veces, se fue al palacio real y pidió ser recibido por el mismísimo rey en persona. El rey le concedió la prueba y fue escoltado por los soldados del rey, hasta un tenebroso castillo que estaba en lo alto de una montaña escarpada. Hacía años que nadie lo habitaba y su aspecto era realmente lúgubre.
     Esa noche, justo cuando estaba a punto de dormir, escuchó una gran revuelo y al abrirlos los ojos vio a muchos murciélagos acercarse a él. Pero Juan no tuvo miedo, corrió hasta el fuego de la chimenea que había encendido horas antes y cogió una rama, prendiendo uno de los extremos. Agitó la punta en llamas, ahuyentando a los murciélagos.
     La noche siguiente, mientras volvía de dar un largo paseo por río, Juan sin miedo encontró un enorme oso en la puerta del castillo. Pero John no estaba preocupado. Se quitó la chaqueta y coloco dos ramas enormes en cada manga. Se ató las ramas a su cuerpo por encima de su cabeza, y avanzo, hasta un claro del bosque donde la luna hacia que sombra aumentara su tamaño, haciendo chocar dos piedras para provocar un ruido enorme. El oso salió despavorido dejando libre la entrada.
     Al tercer día, Juan sin miedo salió por los alrededores del castillo para cazar un conejo. En su regreso con el conejo al hombro, un águila ibérica sobrevolaba por encima de su cabeza. Pero, John todavía no estaba preocupado. Cuando se percató de que el águila se lanzaba en picado sobre él, arrojó el conejo por un terraplén y se agachó entre unos arbustos. El águila siguió al conejo colina abajo, mientras él corrió hasta ponerse a resguardo en el castillo, se quedó sin cenar, pero al menos había salvado su vida.
     Pasados los tres días con sus tres noches, el rey fue a comprobar que Juan seguía sano y salvo en el castillo. Cuando le vio tan tranquilo y sin un solo rasguño, le invitó a su palacio y le presentó a su preciosa hija. Esmeralda, al conocer la osadía de su padre, de dar su mano al primer impresentable que dijera no tener miedo, hizo un trato con el rey. Si ella conseguía asustarle en un plazo de una semana, no se casaría con él, ni el rey volvería a intentarlo. El rey accedió y ella se puso manos a la obra. Durante una semana, inventó mil y una forma de asustar a Juan sin miedo, sin conseguir su propósito.
     Al llegar la noche del último día, Esmeralda abatida, al saber que había fracasado. Decide quitarse la vida. Hace pasar una soga por la rama de un olivo centenario, coloca los pies sobre un banco y se ajusta el lazo al cuello. Cuando está lista para dejar este mundo, golpea el banco para hacerlo caer. En ese momento, Juan sin miedo sale del castillo, para su paseo nocturno y la ve colgando del árbol. Grita despavorido atrayendo las miradas del rey. Corrió hasta ella, cortó la cuerda y deposito su cuerpo inerte en el suelo. Cuando llegó el rey hasta ellos, Juan golpeaba el pecho de su amada entre lágrimas. A los pocos, segundos Esmeralda, convulsionó y comenzó a respirar de nuevo.
     El rey la abrazó y le pidió disculpas por haber intentado casarla. Echando a Juan inmediatamente de sus terrenos, pues había demostrado que no era tan valiente como creía. Sin embargo, Esmeralda no se lo permitió, se había dado cuenta que si algo aterraba a Juan sin miedo era perderla. Su secretó nunca salió de sus bocas y así que el valeroso muchacho siguió siendo conocido en todo el reino como Juan sin miedo.



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