El último reducto de la humanidad

Cuando el mundo retrocedió al Pleistoceno, los últimos humanos lucharon por sobrevivir. Aunque la alegría parecía imposible, los niños aprendieron a jugar con piedras y huesos, mientras los ancianos contaban historias de tiempos mejores.       La espontaneidad de sus acciones mantenían una chispa de esperanza en medio del caos. Una noche, la niebla les permitió ver figuras altas y silenciosas. Eran algo más que depredadores, seres con ojos vacíos, los observaban. Un Apocalipsis ponía a prueba su resiliencia. Comprendieron que la verdadera batalla no era contra la extinción, sino por reclamar su lugar en un mundo que ya no les pertenecía.

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