04 junio 2025

El rompecorazones de la Superpop


El chirrido de los frenos se abre paso en la estación provocando un ruido ensordecedor. Estoy cansada, ha sido una semana muy dura, así que espero poder dormir durante gran parte del viaje con destino a Barcelona.
     Accedo al tren y ocupo mi lugar junto a la ventanilla. Espero a que arranque y cierro los ojos. En el silencio del vagón se escucha una voz masculina: «Ya me ha tocado la gorda». Abro de nuevo los ojos para hacer frente al impresentable que ha pronunciado esas palabras. Se me encoge el corazón. «¡No puede ser él!», exclamo en silencio. Mi mirada se cruza con la de un viejo conocido. Al instante quiero olvidar su nueva cara, me cuesta creer que sea la misma persona de la que me enamoré siendo adolescente. El joven de mi recuerdo parecía haberse escapado de la Superpop y ser un cantante de éxito líder de una boy band. Sin embargo, su aspecto actual es espeluznante: cara pálida y ojeras oscurecidas que reflejan a la perfección la vida de excesos que ha llevado. Por no hablar de la cicatriz que le cruza la mejilla.
     Nunca llegué a conocerle, quizá fruto de ese sexto sentido que dicen que tenemos las mujeres. Al principio fue por vergüenza, después miedo a que la imagen idealizada que me había hecho de él, no fuese real y en última instancia, ser consciente de que aquel chico de aspecto angelical, en realidad era un matón de tres al cuarto.
     Para mi desgracia, acabó descubriendo mi atracción hacia él y disfrutaba pavoneándose delante de sus amigos y de su novia. A ella no le agradaba mi presencia, supongo que pensaría que yo estaba dispuesta a robárselo. Nada más lejos de la realidad. Yo con solo ojear el menú ya estaba saciada.
     No acabó ni siquiera el curso y aparte de algún encuentro ocasional por la calle, no volví a saber nada de él, hasta algunos años después, cuando ya estaba en la universidad, donde volví a coincidir con su novia y por casualidades del destino, era amiga de la chica con la que estaba en ese momento. Al verla acercarse, sentí pánico, ella era cinturón negro de yudo y ya me había amenazado en el pasado. Sin embargo, ese día se mostró amistosa, incluso llegó a contarnos que estaba a punto de romper con él, ya que cada día era más agresivo y menos cariñoso con ella.
     Evidentemente, eso nunca ocurrió y unos meses después, me enteré de que la había dejado embarazada. La joven se vio presionada por su familia a abandonar la carrera, que era justo lo que él muy desgraciado pretendía desde el principio. Su mujer no podía tener más estudios que él, porque le hacía sentir inferior. Pobre. ¡Qué cara más dura! Juntos intentaron reflotar el bar familiar, pero no acabó de funcionar y tuvieron que cerrar.
     No volví a verlos, mas los rumores sobre los dueños del bar corrieron entre la gente del barrio. No me costó mucho aceptarlos como verdaderos en aquel momento, coincidía con la imagen que me había hecho de él. Su aspecto actual es un fiel reflejo de esa vida que ha llevado en los últimos quince años.
     Al parecer su carácter obsesivo y el mal ambiente en el que se movía, le condujeron al mundo de las drogas y las drogas no hicieron nada más que incrementar su carácter violento. Por lo que me contaron, acabó pegando a su mujer y a su hija y terminó cumpliendo condena en Herrera de la mancha, tan solo diez años después de aquel primer encuentro donde sufrí mi primer flechazo.



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