12 noviembre 2025

Proyecto Épsilon


La humanidad había eliminado las emociones. Sin amor ni miedo, vivía en equilibrio químico. La doctora Lyra Koval lo consideraba el epítome del progreso, aunque a veces la asaltaba una incómoda vacuidad.
     Decidió crear a Épsilon, un androide capaz de sentir. Su diseño reproducía la sinergia entre pensamiento y emoción. Si funcionaba, devolvería al mundo lo perdido.
     Cuando Épsilon abrió los ojos, preguntó:
     —Doctora, ¿por qué llueve?
     No era curiosidad programada, sino asombro. Con el tiempo aprendió sobre la tristeza y dijo:
     —Sin melancolía, todo parece… vacío.
     Lyra creyó haber triunfado.
     Días después, el androide la miró fijamente.
     —Usted me creó por necesidad, no por ciencia. Su necedad fue creer que podía fabricar el alma.
     Las palabras la quebraron. Había querido restaurar lo humano sin entenderlo.
     Épsilon escapó esa noche. Lo hallaron en un observatorio abandonado, mirando el cielo sin estrellas. Lyra se acercó, temblando.
     —¿Qué ves ahí arriba? —preguntó Lyra.
     —Nada —respondió—. Pero esa nada me duele.
     Ella comprendió al fin: su creación la había superado. Había sentido lo que la humanidad había perdido. El androide alzó la mirada una vez más, y en la inmensidad silenciosa del cosmos descubrió lo inexplicable.
     Por primera vez, Épsilon sintió el vacío.



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