11 julio 2025

Reseña de Rojo, blanco y sangre azul

      Después de algunas malas experiencias viendo películas antes de a ver leído el libro, quise hacerlo bien con este libro. Primero el libro y después la peli. Y me alegro de haberlo hecho así. Sinceramente, me ha gustado mucho más la película que el libro, creo que se ha solucionado algunos puntos del libro. Por ejemplo: la simplificación de personajes y la eliminación de partes que en el libro me han resultado bastante densas.
      Sin más preámbulos os dejó con la reseña:


FICHA TÉCNICA


Título: Rojo, blanco y sangre azul (Red, White & Royal Blue)
Autor: Casey McQuiston
Género:Romance
Publico: New Adult
Idioma: Inglés
Publicado: 2016
Páginas: 496


SINOPSIS

      A veces, el amor puede ser una cuestión de Estado.
     Alex Clarademont-Díaz, el hijo millennial de la presidenta de los Estados Unidos, es un tesoro para el marketing de la Casa Blanca: atractivo, carismático e inteligente. Lo que nadie sabe es que no soporta al príncipe Henry, el hijo de la reina de Inglaterra. Así que, cuando la prensa sensacionalista se hace con una fotografía que refleja un altercado entre Alex y Henry, las relaciones entre Estados Unidos y el Reino Unido se enfrían.
     Ambos países trazan un plan para paliar los daños. Lo que empieza como una falsa amistad, publicada en Instagram, se va transformando en algo más profundo de lo que Alex y Henry podrían haber imaginado.
     ¿Puede el amor cambiar el mundo?


RESEÑA (CAPRIDE)

     Leer Rojo, blanco y sangre azul ha sido una auténtica montaña rusa de emociones. Una historia que navega entre lo político y lo romántico, con momentos entrañables, giros cálidos y otros más frustrantes. No es una novela perfecta, pero tiene un gran corazón y una intención clara: ofrecer esperanza, diversidad y una historia de amor épica entre dos jóvenes de mundos completamente distintos. He conectado con los personajes, me he reído con sus correos y mensajes, y también he deseado una dosis más directa de realismo en algunos momentos.


Consistencia

     La trama mantiene dos líneas narrativas claras: la política y el romance. Ambas coexisten con más o menos equilibrio, aunque no siempre con fluidez. Hay coherencia en el arco de desarrollo de los personajes: Alex, al descubrir su bisexualidad, y Henry, al enfrentarse a su identidad en una monarquía tradicional, evolucionan de forma creíble. No hay contradicciones graves en sus decisiones, pero sí momentos donde la historia se siente forzada o se aleja de las expectativas creadas, especialmente en la forma en que se alternan los géneros.
     Por ejemplo, cuando la novela presenta un inicio casi de comedia romántica con enemistad-amor, y luego, en el segundo tercio, se desvía por completo hacia una sobrecarga de política, el lector puede sentir cierta desconexión. Este desbalance afecta la cohesión narrativa, que se recupera en el último tramo, donde se retoma el centro emocional de la historia.
     Las subtramas como la relación con los padres, las dinámicas familiaresy las presiones institucionales, enriquecen el contexto general, aunque no todas están desarrolladas con el mismo cuidado. El final respeta las premisas establecidas, ofreciendo una conclusión satisfactoria para el arco romántico, aunque algo idealizada. Los cambios en los protagonistas son consistentes, especialmente la evolución de Henry al reclamar su identidad y espacio.


Ambientación

      McQuiston recrea una versión alternativa del 2020 donde Estados Unidos tiene una presidenta mujer, latina y divorciada. El universo político que construye está lleno de esperanza, casi utópico, pero con suficiente realismo como para resultar plausible. Aunque al principio cuesta orientarse si no se conoce bien la política estadounidense, la autora logra situarte mediante detalles cotidianos y ambientes institucionales reconocibles: la Casa Blanca, los viajes oficiales, las ruedas de prensa.
     La ambientación cambia entre Washington, Texas, París, Londres y Nueva York. Cada ciudad tiene detalles que, aunque a veces se basan en clichés, ayudan a dar personalidad al entorno y afectan directamente al desarrollo de los personajes. La residencia oficial en Inglaterra, por ejemplo, contrasta fuertemente con la informalidad de la familia presidencial estadounidense, subrayando la diferencia entre Henry y Alex.
     La autora no abusa de descripciones sensoriales, pero los correos y mensajes de los protagonistas aportan una atmósfera íntima, casi confesional, que compensa la falta de profundidad física del escenario. Las metáforas son escasas, pero hay simbolismos claros: el avión como vía de escape, el correo electrónico como espacio de libertad emocional, etc. La ambientación política es una parte esencial del conflicto, aunque en ocasiones parezca más un decorado que un motor narrativo.


Personajes

      Alex Claremont-Díaz es un joven ambicioso, encantador y carismático, criado bajo el foco de los medios y con un futuro político brillante. Su evolución es el núcleo emocional de la novela: el descubrimiento de su bisexualidad, su forma de amar, de luchar por lo que quiere. Tiene conflictos internos creíbles y una voz propia muy bien construida. A lo largo del libro, va ganando vulnerabilidad, y eso le humaniza.
     Henry es un príncipe dulce, reservado y con una carga emocional evidente. Su vida está dictada por la tradición, y esa represión emocional choca con la impulsividad de Alex. Ambos se complementan de forma orgánica y su relación está llena de momentos memorables, desde el odio inicial hasta el vínculo íntimo que desarrollan.
     Los secundarios, en cambio, son irregulares. Hay muchos nombres, muchas funciones, pero pocos tienen suficiente peso emocional o desarrollo claro. Las hermanas de ambos protagonistas, en especial June y Bea, sí destacan por su personalidad y el papel que juegan en los conflictos personales. Sin embargo, la duplicación de personajes secundarios, a veces, entorpece a veces la claridad narrativa.
     El reparto es diverso y hay representación queer, racial y de género, aunque algunos personajes caen en estereotipos o se sienten meramente funcionales. A pesar de esto, los protagonistas son lo bastante potentes como para sostener la novela.


Ritmo

      El ritmo es probablemente el punto más problemático del libro. El primer tercio es atractivo, con una dinámica enemies to lovers muy bien ejecutada. El desarrollo romántico es pausado, intenso, con una tensión emocional y sexual creciente que funciona muy bien. Aquí es donde el libro brilla: la conexión de los personajes, sus mails, sus bromas y confesiones.
     Pero el segundo tercio cae en una sobrecarga de política que se vuelve densa y repetitiva. El conflicto romántico se diluye, y aunque es evidente que la autora quiere dar contexto y peso al entorno de Alex, el equilibrio se rompe. Algunas escenas son innecesarias, hay redundancia en los discursos y se pierde tensión.
     El tercer acto remonta. La parte final recupera el pulso emocional y vuelve al romance, ofreciendo una conclusión cálida y emocionalmente satisfactoria. Sin embargo, la distribución del contenido no es equilibrada, y el exceso de páginas se hace evidente.
     Las escenas eróticas, cuando llegan, decepcionan por su falta de detalle. Tras largas páginas de tensión sexual, la autora opta por un fundido a negro que frustra, especialmente cuando se ha sido tan detallista en otras partes. La falta de resolución en esas escenas contribuye a la sensación de que el libro no cumple del todo lo que promete.


Intriga

      La historia atrapa desde el inicio por la química de sus protagonistas. El conflicto central —el romance secreto entre dos figuras públicas es atractivo y plantea preguntas interesantes: ¿cómo lo mantendrán oculto? ¿Qué pasará si se descubre? ¿Podrán seguir juntos?
     Los giros de trama no son sorprendentes, pero sí coherentes. La “salida del armario” forzada, el enfrentamiento familiar, las decisiones políticas de última hora: todo encaja dentro de lo previsible, pero se maneja con suficiente emoción para mantener el interés.
     No es una historia de suspense, pero sí hay una tensión constante relacionada con la exposición pública, las elecciones y la identidad. Las cartas y correos electrónicos generan un efecto de intimidad muy potente.
     El final responde bien a lo planteado: no se traiciona el tono esperanzador del libro, y aunque hay cierto exceso de idealismo, se siente como una recompensa emocional justa. No hay un suspenso clásico, pero la intriga emocional funciona muy bien. El enfoque romántico es lo que hace que quieras seguir leyendo, más que los elementos de la trama política.


Disfrute

      Hubo momentos que me provocaron sonrisas, risas y hasta una pequeña lágrima. Los correos electrónicos fueron, sin duda, lo más disfrutable del libro: creativos, sinceros, tiernos y muy personales. Me reí, me enternecí, y sentí que acompañaba a los protagonistas en su proceso de enamorarse.
     La lectura, en su conjunto, fue placentera, aunque irregular. El segundo tercio fue un lastre y me sacó del ritmo. Hubo momentos en los que tuve que forzarme a seguir leyendo. Aun así, el libro consigue dejar una huella, en parte por su enfoque inclusivo y su representación queer positiva.
     No es una lectura que me haya cambiado la vida, pero sí me ofreció un espacio de calidez y un ejemplo de romance moderno que merecemos ver más a menudo. No lo releería de inmediato, pero sí lo recomendaría a quienes busquen una historia romántica queer, con esperanza y un punto de crítica política desde el idealismo.


Escritura

      El estilo de McQuiston es ligero, accesible y muy contemporáneo. El tono juvenil y algo irónico se mantiene constante, y el lenguaje se adapta bien al género de comedia romántica. Los diálogos son vivos, especialmente en los correos y mensajes privados: capturan muy bien las voces de los personajes.
      En cuanto a descripciones, hay un notable desequilibrio: a veces se excede en detalles triviales (la forma de una oreja, el número de lunares…), mientras que en escenas clave, como las sexuales, apenas hay profundidad. La autora parece más cómoda con la emoción que con el cuerpo.
      La estructura narrativa es clara, con capítulos bien diferenciados y cambios de localización que ayudan a mantener el dinamismo. Hay algo de repetición en el tramo medio, pero el uso de medios digitales (emails, entrevistas, noticias) como parte del texto enriquece la forma y le da originalidad.
      La escritura no es especialmente poética ni compleja, pero logra comunicar emociones y construir personajes entrañables. El texto es claro, aunque a veces demasiado blanco, demasiado seguro. Le falta, en ocasiones, riesgo o crudeza.

      En resumen, Rojo, blanco y sangre azul es una novela romántica queer que apuesta por la visibilidad, el optimismo político y el amor entre dos jóvenes que representan instituciones muy distintas. Es cálida, divertida, con momentos brillantes de conexión emocional, pero también desequilibrada en su ritmo y algo tibia en ciertos aspectos clave, como el erotismo o el manejo de los personajes secundarios.
      Lo recomendaría a lectores de romance LGTB+, a quienes disfruten de los "enemies to lovers" con tensión contenida, y a quienes busquen historias con representación positiva y un mensaje esperanzador. No lo recomendaría a quien busque una trama política compleja, escenas eróticas explícitas o una narrativa estrictamente realista.

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