Introducción
En la comunicación no todo se dice con palabras. Nuestros gestos, posturas y la forma en que utilizamos el contacto físico también transmiten información valiosa. A veces, lo que callamos con la boca lo grita nuestro cuerpo.
Contacto físico
El contacto físico en las conversaciones varía según el contexto, la edad y, sobre todo, el tipo de relación entre las personas. No es lo mismo un apretón de manos en una reunión laboral que un abrazo entre amigos o una caricia en pareja.
El tacto cumple dos funciones principales:
- Expresar emociones y actitudes: A través del contacto físico mostramos afecto, amor, cordialidad o apoyo. Tocar es, además, un signo de expresividad y suele relacionarse con la extraversión. En algunos casos, también refleja jerarquía o diferencia de estatus, por ejemplo, cuando el contacto se da solo en un sentido (una palmada en el hombro de un jefe a su empleado).
- Regular la interacción social:El tacto también organiza y acompaña la dinámica de las relaciones. Aparece en saludos, despedidas, felicitaciones y en muchas otras situaciones que marcan el ritmo de una conversación.
Algunos ejemplos de momentos en los que solemos recurrir al contacto físico son:
- Cuando damos un consejo.
- Al intentar animar o transmitir entusiasmo.
- Cuando recibimos o damos apoyo ante una preocupación.
- Al dar una orden o pedir un favor.
- En un intento de persuasión.
- Durante conversaciones cargadas de emoción o profundidad.
En resumen, tocar no es un gesto banal: es un recurso poderoso que puede acercar a las personas o marcar distancias.
Postura
La postura es la forma en que colocamos nuestro cuerpo en un momento dado. Aunque parezca un detalle menor, dice mucho sobre nuestro estado físico y emocional, e incluso sobre cómo enfrentamos una situación.
Podemos distinguir dos tipos de factores que influyen en la postura:
- Factores internos
- Fisiológicos y hereditarios: el tono muscular, la longitud de las extremidades o ciertas características físicas condicionan cómo nos movemos o nos sentamos.
- Emocionales: los sentimientos influyen en la postura. Una persona triste tiende a encorvarse, mientras que alguien alegre suele mostrarse más erguido y abierto.
- Factores externos
- El entorno también moldea la postura: la silla en la que nos sentamos, la cama en la que dormimos, o incluso el peso de la mochila que cargamos. Todos estos elementos modifican la manera en que el cuerpo se sostiene y se expresa.
La postura, por tanto, no es solo una cuestión de comodidad o salud: es un reflejo de lo que sentimos y una señal visible para quienes nos rodean.
Conclusión
Tanto el contacto físico como la postura forman parte del lenguaje no verbal que utilizamos de manera constante. Comprenderlos y ser conscientes de ellos nos ayuda a comunicarnos mejor, a interpretar lo que otros nos transmiten y a proyectar la imagen que realmente queremos mostrar.
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