01 enero 2025

El villancico del hombre desorientado


      En la posada más zarrapastrosa de la aldea, un hombre baruto tocaba villancicos desafinados con su guitarra. Un aldeano cenutrio, con aire marcial, lo miró de reojo, murmurando que era un haragán y un menso, pero aquella Navidad todo cambió.
     Una anciana, capaz de ver más allá del desprecio, dejó un bacín de cobre lleno de monedas junto a él con una nota: «En gratitud por tu música. En medio del invierno, nos das un poco de calor». Conmovido, el hombre siguió tocando, y su melodía inundó la noche. «Prefiero morir intentando alegrar a los demás que sucumbir al frío de sus miradas», pensó.
     Desde entonces, aquel villancico se convirtió en tradición, recordando que la magia de la Navidad también llega hasta los más olvidados.



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