Desde hace muchos años, prácticamente desde que tengo memoria, supe que llegaría este momento. Mi madre me pidió que me sentara en el sofá a su lado y me reveló la verdad sobre mi padre. «Él no murió en un accidente —me dijo—. Era un agente encubierto, atrapado en una misión secreta». Su confesión me dejó atónita, pero también comprendí que si se había decidido a contármelo, es porque había algo más. Justo cuando iba a preguntarle, sonó el timbre de mi casa. Mi madre me instó para que abriera y allí, me encontré a un hombre con los ojos repletos de historias sin contar. Lo reconocí al instante. Aquel hombre era mi padre.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario