19 febrero 2019

El mundo transparente 2.0


      Homenaje a Francisco García Pavón y del relato:
     “El mundo transparente del libro La guerra de los dos mil años

     Desde hacía mucho tiempo se rumoreaba que a través del móvil se podía obtener mucha información sobre sus propietarios, sin emplear ningún tipo de hackeo. Simplemente usando las aplicaciones instaladas en él. Al principio, esos datos solo eran utilizados por las grandes multinacionales y, en ciertos casos, muy particulares, por la policía.  Después, se difundió la noticia de que se podía conseguir desde cualquier dispositivo con acceso a internet mediante una aplicación de acceso muy reservado. Sin embargo, poco después, se empezó a distribuir de manera masiva estando al alcance de todo el mundo. Antes de que las autoridades reaccionasen, el mundo entero se la había descargado. Al cabo de poco más de un mes, todos podían ver y oír a una persona en cualquier parte de la tierra, conocer sus últimas compras, lugares en los que había estado, búsquedas realizadas en internet e incluso leer todos los mensajes o correos recibidos o enviados.
     La forma de actuar de la gente cambió en poco tiempo de manera sorprendente. De pronto, todo el mundo se sintió espiado y observado minuto a minuto y a la vez adquirió un deseo obsesivo de vigilar la vida del resto, incluso en algunos casos dándose cuenta de que esa persona también lo observaba. Comenzaron a comportarse de manera artificial. Las primeras reacciones fueron realmente curiosas, de hecho, diría que beneficiosas. Por ejemplo, las casas siempre estaban limpias y ordenadas, se dejó de consumir comida rápida y de comprar muebles en Ikea. Por supuesto, la economía de las familias se vio resentida. También, se renunció a discutir, a hablar de temas polémicos e incluso de criticar a los vecinos. Se empezó a arraigar la costumbre de pasarse notas escritas, con letra muy pequeña e ilegibles, que a veces ni siquiera eran capaces de entender.
     Los comerciantes usaban los resultados de las búsquedas para mandar ofertas de sus productos con el fin de promocionar su marca. El trabajo de oficina y fábricas se convirtió en un estrés continuado, a la vez que la productividad aumentaba, porque todo el mundo al saberse observado se esforzaba el doble. Instaurándose un profundo silencio.
     A su vez, se extinguió la mentira casi en su totalidad. Nadie podía decir que no estaba en casa o que no había estado en algún lugar determinado, incluso se dejó de ir a lugares ilícitos. Se perdió toda la autonomía y capacidad de iniciativa. Los robos y la criminalidad desaparecieron casi por completo. 
     La gente echaba la culpa al estado por permitir aquel escándalo, pero no la tenía. Se vio desbordado ante tal fenómeno. Pero, ellos no eran menos afectados, porque tanto su vida pública como privada quedaba a la intemperie. Como es natural, la vida política y administrativa mejoró enormemente ante tanta transparencia, puesto que se comportaban con una total corrección y honradez. Muchos políticos y administradores abandonaron sus puestos, ya que con el sueldo a secas y sin los sobresueldos, no les tenía cuenta el cargo.
     Al fin, se encontró cierto respiro con el descubrimiento de un cortafuegos, que instalado en sus dispositivos, impedía la intromisión y difusión de los datos. Ni que decir que, inmediatamente, todo el mundo fue a descargarlo para poder descansar de aquel ojo universal, aunque no estaba al alcance de todos debido a su altísimo coste. Algunas familias se tuvieron que conformar con uno mucho menos funcional pero de acceso gratuito, que evitaba al menos que pudieran verles y oírles en tiempo real. 
     Pero enseguida ocurrió lo inevitable, se realizó otra versión que eludía al cortafuegos y volvía a dejarlos al descubierto.
     La segunda intromisión agravó las consecuencias de la primera. La depresión y el histerismo se generalizaron. Todos los días se producían miles de suicidios, de homicidios y ataques de locura.
     Måns, un apuesto cantante, de origen sueco, durante una noche romántica, no dio la talla que se esperaba de él. La noticia no habría tenido mayor importancia de haberle pasado a una persona desconocida, pero Måns tenía miles de seguidores y haters que se encargaron de distribuir a través de las redes sociales, en cuestión de segundos, el video, las fotos y crearon miles de memes.
     Durante varios días el mundo quedó paralizado con el espectáculo de ver como aquella criatura, echa un ovillo en un rincón a oscuras en su habitación, la cabeza oculta tras las rodillas emitía un sonido fino e interminable y angustioso. Måns fue recluido en un centro de salud mental que, por supuesto, fue retransmitido en directo por un canal de YouTube durante semanas.
     El caso de Måns hizo que los gobiernos de todo el mundo tomasen medidas para garantizar la supervivencia de la humanidad frente a los avances técnicos. Se creó por primera vez una ley universal llamada “Muerte digital”. Todos los aparatos digitales fueron prohibidos, produciéndose un retroceso de décadas, volviendo a la era analógica. Todo aquel que era pillado en disposición de algún aparato digital, ya fueran relojes, televisiones, ordenadores o móviles, era juzgado y encarcelado. 
     Hasta nuestros días, y ya han pasado varias décadas, se sigue pillando a gente en posesión de dichos aparatos.



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