Este capítulo pertenece a la novela corta "Destinados a encontrarse", que es un fanfic de Crepúsculo, aunque no es necesario haberlo leído para entender la historia. En el se encuentra la historia de Alice y Jasper. Si quieres seguir leyendo más capítulos o si prefieres leerla en wattpad sigue los enlaces.
– ¡Qué es está horrible sensación! – exclamé
Acababa de despertar en lugar desconocido. Me incorporé algo aturdida. ¿Dónde estaba? ¿Qué era ese horrible lugar? ¿Era una especie de fabrica abandonada? Me puse de pie tambaleante, algo había cambiado en mi, pero no sabría decir qué. Parecía una antigua fabrica de zapatos, aún quedaban algunas cajas cerradas. Abrí un par antes de encontrar unas deportivas blancas. Me las puse, ¿por qué estaba descalza?
Me dirigí hacia la puerta, tenía la cerradura rota y golpeaba contra el marco de la puerta por culpa del viento. Al empujarla, un par de rayos de sol entraron al interior, eran los últimos del día desapareciendo por el horizonte. No sentía frio, ni siquiera notaba la ligera brisa sobre mi piel desnuda, solo llevaba una bata blanca rasgada, echa jirones en la parte de abajo. ¿Qué me había pasado? ¿Por qué no lo recordaba?
Oía el piar de los pájaros en los árboles, el sonido del viento al mover las hojas, o incluso al entrar por la ventanas de la vieja fabrica. Pero no podía oír a ningún humano por la inmediaciones, caminé durante un buen rato, hasta que se hizo completamente de noche, sin encontrarme con nadie.
Solo tenía esa sensación horrible, no conseguía saber que me atormentaba, ni siquiera que podía hacer para solucionar ese dolor que me atenazaba los músculos y que me provocaba esta terrible quemazón en la garganta. Me iban sintiendo cada vez peor, cada vez más débil, mis piernas se doblaban y apenas si podían sostenerme. Me apoyé sobre una pared y me agarré el cuello con las manos, quería arrancármelo, para que se alejara el dolor.
Algo iba mal, el miedo me atenazó de golpe, no tenía pulso, no podía sentirlo ni en el cuello ni en las muñecas, llevé la mano hasta el corazón con cautela, pero no era cautela era miedo, pánico, tenía la certeza de saber que cuando lo hiciera descubriría que mi corazón no estaría latiendo. Así fue, me dejé caer al suelo resbalando por la pared. Sentí ganas de llorar, pero las lágrimas no llegaban a mis ojos.
A mi lado, un leve sonido, eran pisadas, gire la cabeza en una fracción de segundo. Lo siguiente que recuerdo fue ver a ese gato muerto, entre mis manos, llenas de sangre y el dolor. Ese dolor había desvanecido. Dejé caer al gato, lo vi caer al suelo, a plomo sin vida, mientras me apartaba horrorizada. ¿Qué diablos le había hecho a ese pobre gatito? Le había roto el cuello para drenarle la sangre. ¡Oh dios mío! ¿En qué clase de monstruo me había convertido?
Retrocedía y retrocedía, hasta que mi espalda tocó una pared, asustada di un salto y me giré. Hasta quedar de frente, reflejada en un escaparate, pero esa no podía ser yo. ¿Quién era esa chica que me miraba? Tenía la boca, la nariz y la barbilla llenos de sangre. Usé los restos de la bata que llevaba puesta para limpiarme. Era yo, no había duda. ¿Por qué estaba tan pálida? Avancé el paso que me separaba del espejo y un reflejo de la luna me iluminó los ojos.
Hasta ese momento era yo haciendo cosas horribles, pero cuando vi mis ojos, de un intenso rojo fuego, lo supe, supe que había dejado de ser yo, para convertirme... ¿en qué me había convertido? En un monstruo.
¿Qué sabía? Había matado a un gato, para alimentarme. ¡Mis ojos! ¿Qué más cosas había notado que fueran distintas? El sonido de los pájaros, nunca recordaba que los hubiera oído tan... fuertes, tan claros. ¡Al gato! Lo había oído acercarse. ¡oh no! La brisa, la oía, pero no podía sentirla. Había oído historias de pequeña sobre... pero eran solo eso, historias, ¿no? Cuentos contados a los niños para que no salieran de casa solos por la noche. Mi cabeza buscaba entre miles de recuerdos a gran velocidad. Pero todos llegaban a uno. Eres un vampiro. ¿Qué? Nooo, pero qué dices, como voy a ser un vampiro. Los vampiros no existen. Me repetía una y otra vez, en una guerra que tenía perdida entre mis dos subconscientes. Uno que me decía que era la única explicación y el otro que se negaba a creerlo. ¿Acaso existen? Todo era una locura, fruto de mi miedo, no podían ser cierto todas esas historias sobre vampiros. Corrí de vuelta a la fabrica, quería dormir hasta que fuera de día y pudiera verlo todo con más claridad.
– ¡Qué es está horrible sensación! – exclamé
Acababa de despertar en lugar desconocido. Me incorporé algo aturdida. ¿Dónde estaba? ¿Qué era ese horrible lugar? ¿Era una especie de fabrica abandonada? Me puse de pie tambaleante, algo había cambiado en mi, pero no sabría decir qué. Parecía una antigua fabrica de zapatos, aún quedaban algunas cajas cerradas. Abrí un par antes de encontrar unas deportivas blancas. Me las puse, ¿por qué estaba descalza?
Me dirigí hacia la puerta, tenía la cerradura rota y golpeaba contra el marco de la puerta por culpa del viento. Al empujarla, un par de rayos de sol entraron al interior, eran los últimos del día desapareciendo por el horizonte. No sentía frio, ni siquiera notaba la ligera brisa sobre mi piel desnuda, solo llevaba una bata blanca rasgada, echa jirones en la parte de abajo. ¿Qué me había pasado? ¿Por qué no lo recordaba?
Oía el piar de los pájaros en los árboles, el sonido del viento al mover las hojas, o incluso al entrar por la ventanas de la vieja fabrica. Pero no podía oír a ningún humano por la inmediaciones, caminé durante un buen rato, hasta que se hizo completamente de noche, sin encontrarme con nadie.
Solo tenía esa sensación horrible, no conseguía saber que me atormentaba, ni siquiera que podía hacer para solucionar ese dolor que me atenazaba los músculos y que me provocaba esta terrible quemazón en la garganta. Me iban sintiendo cada vez peor, cada vez más débil, mis piernas se doblaban y apenas si podían sostenerme. Me apoyé sobre una pared y me agarré el cuello con las manos, quería arrancármelo, para que se alejara el dolor.
Algo iba mal, el miedo me atenazó de golpe, no tenía pulso, no podía sentirlo ni en el cuello ni en las muñecas, llevé la mano hasta el corazón con cautela, pero no era cautela era miedo, pánico, tenía la certeza de saber que cuando lo hiciera descubriría que mi corazón no estaría latiendo. Así fue, me dejé caer al suelo resbalando por la pared. Sentí ganas de llorar, pero las lágrimas no llegaban a mis ojos.
A mi lado, un leve sonido, eran pisadas, gire la cabeza en una fracción de segundo. Lo siguiente que recuerdo fue ver a ese gato muerto, entre mis manos, llenas de sangre y el dolor. Ese dolor había desvanecido. Dejé caer al gato, lo vi caer al suelo, a plomo sin vida, mientras me apartaba horrorizada. ¿Qué diablos le había hecho a ese pobre gatito? Le había roto el cuello para drenarle la sangre. ¡Oh dios mío! ¿En qué clase de monstruo me había convertido?
Retrocedía y retrocedía, hasta que mi espalda tocó una pared, asustada di un salto y me giré. Hasta quedar de frente, reflejada en un escaparate, pero esa no podía ser yo. ¿Quién era esa chica que me miraba? Tenía la boca, la nariz y la barbilla llenos de sangre. Usé los restos de la bata que llevaba puesta para limpiarme. Era yo, no había duda. ¿Por qué estaba tan pálida? Avancé el paso que me separaba del espejo y un reflejo de la luna me iluminó los ojos.
Hasta ese momento era yo haciendo cosas horribles, pero cuando vi mis ojos, de un intenso rojo fuego, lo supe, supe que había dejado de ser yo, para convertirme... ¿en qué me había convertido? En un monstruo.
¿Qué sabía? Había matado a un gato, para alimentarme. ¡Mis ojos! ¿Qué más cosas había notado que fueran distintas? El sonido de los pájaros, nunca recordaba que los hubiera oído tan... fuertes, tan claros. ¡Al gato! Lo había oído acercarse. ¡oh no! La brisa, la oía, pero no podía sentirla. Había oído historias de pequeña sobre... pero eran solo eso, historias, ¿no? Cuentos contados a los niños para que no salieran de casa solos por la noche. Mi cabeza buscaba entre miles de recuerdos a gran velocidad. Pero todos llegaban a uno. Eres un vampiro. ¿Qué? Nooo, pero qué dices, como voy a ser un vampiro. Los vampiros no existen. Me repetía una y otra vez, en una guerra que tenía perdida entre mis dos subconscientes. Uno que me decía que era la única explicación y el otro que se negaba a creerlo. ¿Acaso existen? Todo era una locura, fruto de mi miedo, no podían ser cierto todas esas historias sobre vampiros. Corrí de vuelta a la fabrica, quería dormir hasta que fuera de día y pudiera verlo todo con más claridad.
CONTINUARA...
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