Este capítulo pertenece a la novela corta "Destinados a encontrarse", que es un fanfic de Crepúsculo, aunque no es necesario haberlo leído para entender la historia. En el se encuentra la historia de Alice y Jasper. Si no has leído los capítulos anteriores, si quieres seguir leyendo más o si prefieres leerla en wattpad sigue los enlaces.
A la mañana siguiente de nuestra llegada, Carlisle se ofreció a enseñarnos la casa, mientras Esme y Rosalie preparaban lo que sería nuestra habitación. Edward y Emmett fueron a buscar algunos muebles a la ciudad.
Iniciamos nuestra visita por las escaleras que conducían al piso superior donde estaban las habitaciones y allí había un enorme hueco en la pared, estaba relleno únicamente la primera fila. No tenían ni idea de lo que eran, Carlisle nos explicó que eran birretes del instituto. Nos comentó que si decidíamos quedarnos en septiembre tendríamos que empezar el instituto, junto al resto de sus hijos. Llevaba doscientos años vagando de un lado para otro y estaba convencido de que mis estudios anteriores no tendrían nada que ver con lo que se estudiaba ahora. En la planta de arriba había cinco habitaciones. Una para Carlisle y Esme, la que estaba justo su lado la ocupaban Rosalie y Emmett y en el otro lado estaba la de Edward y la que sería la nuestra. Al fondo del pasillo había otra habitación en la que había un enorme piano en el centro y a un lado un sofá con forma de u, con una pequeña mesa de centro.
Allí nos sentamos a charlar un rato. Nada más sentarme me fijé en el cuadro que tenían sobre el sofá. El del centro parecía Carlisle, estaba rodeado de personas con apariencia muy culta, parecían europeos. La cara de Alice cambio al verlos y su estado de ánimo también.
—¿Esos son los Vulturis?
¡¡No!! No puede ser uno de ellos. ¡Alice donde nos has metido!
—Si, viví durante una época con ellos, antes de mudarme al nuevo mundo.
—¿Eres inglés, no? —volvió a preguntar Alice.
—Nací en Londres hace más de cuatrocientos años. Mi padre era pastor anglicano y fui su hijo único. Mi madre murió en el parto. Mi padre era un fanático, se unió a los protestantes cuando éstos subieron al poder y encabezó la persecución desatada contra los católico. Pero no sólo contra ellos también contra los brujos, licántropos y vampiros. Quemaron a muchos inocentes, por supuesto, ya que las criaturas a las que perseguían no eran tan fáciles de atrapar.
—¿Cómo acabaste siendo uno de ellos? —la curiosidad de Alice rozaba la indiscreción en cada frase.
—Mi padre me puso enfrente de una de las brigadas. Al principio fui una decepción para él, no me precipitaba en lanzar acusaciones ni veía demonios donde no los había, pero era tenaz y mucho llegaron a decir de mí que era más inteligente que mi padre. De hecho, localicé un aquelarre de auténticos vampiros que vivían ocultos en las cloacas de la ciudad y solo salían a cazar durante las noches. Fue la única vez que mi padre se emocionó conmigo y se sintió orgulloso. Era una época en la que los monstruos no eran meros mitos y leyendas. Pero lo estropee todo. Reuní a un grupo de personas con antorchas y horcas. Esperamos a que salieran a la calle. Al final, apareció uno. Debía de ser muy viejo y estar debilitado por el hambre. Le oí como alertaba a los demás en latín cuando detecto el efluvio del gentío. Yo tenía 23 años y era muy rápido, lo perseguimos por media ciudad, pero la criatura pudo haberme dejado atrás con facilidad, pero se dio la vuelta y nos atacó. Primero se abalanzó sobre mi, pero le hice frente. El vampiro mató a dos hombres y se escabulló llevándose a un tercero, yo quedé herido, sangrando en medio de la calle. Sabía que mi padre mataría a cualquiera que resultara infectado por un vampiro aunque fuera yo. Mi instinto por salvar la vida me llevó a arrastrarme hasta un callejón mientras la turba de gente perseguía al monstruo. Permanecí oculto en un sótano durante tres días me había enterrado entre patatas podridas. No sé cómo logré mantenerme en silencio y pasar desapercibido. Cuando supe que me había convertido pensé que todo había acabado. Me revelé contra mi condición, e intenté destruirme. Pero eso no iba a ser un logro fácil de conseguir. Me arrojé desde grandes alturas e intenté ahogarme en el océano pero nada dio resultado. Ahora era un ser inmortal y acabar con mi vida era una tarea imposible. Aunque fui capaz de resistirme al deseo de alimentarme incluso siendo un neófito. Cuando mi debilidad me hizo vulnerable me alejé cuánto puede de la población humana. Durante meses vagabundeaba de noche por lugares solitarios maldiciéndome. Hasta que una noche, una manada de ciervos se cruzó junto a mi escondite. La sed me controló y les ataque. Recuperé fuerzas y comprendí que había una alternativa a ser el vil monstruo que temía ser. ¿Acaso no había comido venado en mi vida anterior? Podía vivir sin ser un demonio y decidí aprovechar mejor mi tiempo. Siempre había sido inteligente y ávido de aprender. Ahora tenía un tiempo ilimitado por delante. Estudiaba de noche y trazaba planes durante el día. Me marché a Francia a nado y continúe por Europa y sus universidades. Estudie música, ciencias, medicina y encontré mi vocación y mi penitencia, sería salvar vidas. Necesité dos siglos de esfuerzos para perfeccionar mi auto control. Pero lo conseguí, Jasper. Y sé que también tú lo conseguirás —Estaba conociendo a un Carlisle sabio que inspiraba confianza y al cuál quería seguir durante toda mi existencia.
—Gracias Carlisle, deseo ser lo suficientemente fuerte para no decepcionar la confianza que has depositado en mí.
—Se que lo harás. Veo la bondad en tus ojos —me sentí abrumado. Necesitaba que la conversación dejara de girar entorno a mí.
—¿Fue en esa etapa cuando conoció a los Vulturis? —le pregunté.
—Estaba estudiando en Italia cuando los conocí. Ellos eran mucho más cultos y civilizados que el resto de los vampiros que había conocido, en las alcantarillas londinenses. Fueron una fuente de inspiración para mí. Llegué a considerarlos dioses, durante algunas décadas. Admiraba profundamente su amabilidad y su refinamiento, pero persistieron en su intento de curarme de aquella aversión a la sangre humana. Ellos intentaron persuadirme y yo a ellos, en vano. Llegados a ese punto, decidí probar suerte en el Nuevo Mundo. Soñaba con hallar a otros como yo. Pues estaba solo. Transcurrió mucho tiempo antes de que encontrara a nadie, pero podía relacionarme entre los confiados humanos como si fuera uno de ellos porque los monstruos se habían convertido en tema de los cuentos de hadas. Comencé a practicar la medicina. Pero rechazaba el compañerismo no podía arriesgarme a un exceso de confianza.
La voz de Edward nos interrumpió la conversación. Pedía a Carlisle que bajara inmediatamente al piso de abajo.
A la mañana siguiente de nuestra llegada, Carlisle se ofreció a enseñarnos la casa, mientras Esme y Rosalie preparaban lo que sería nuestra habitación. Edward y Emmett fueron a buscar algunos muebles a la ciudad.
Iniciamos nuestra visita por las escaleras que conducían al piso superior donde estaban las habitaciones y allí había un enorme hueco en la pared, estaba relleno únicamente la primera fila. No tenían ni idea de lo que eran, Carlisle nos explicó que eran birretes del instituto. Nos comentó que si decidíamos quedarnos en septiembre tendríamos que empezar el instituto, junto al resto de sus hijos. Llevaba doscientos años vagando de un lado para otro y estaba convencido de que mis estudios anteriores no tendrían nada que ver con lo que se estudiaba ahora. En la planta de arriba había cinco habitaciones. Una para Carlisle y Esme, la que estaba justo su lado la ocupaban Rosalie y Emmett y en el otro lado estaba la de Edward y la que sería la nuestra. Al fondo del pasillo había otra habitación en la que había un enorme piano en el centro y a un lado un sofá con forma de u, con una pequeña mesa de centro.
Allí nos sentamos a charlar un rato. Nada más sentarme me fijé en el cuadro que tenían sobre el sofá. El del centro parecía Carlisle, estaba rodeado de personas con apariencia muy culta, parecían europeos. La cara de Alice cambio al verlos y su estado de ánimo también.
—¿Esos son los Vulturis?
¡¡No!! No puede ser uno de ellos. ¡Alice donde nos has metido!
—Si, viví durante una época con ellos, antes de mudarme al nuevo mundo.
—¿Eres inglés, no? —volvió a preguntar Alice.
—Nací en Londres hace más de cuatrocientos años. Mi padre era pastor anglicano y fui su hijo único. Mi madre murió en el parto. Mi padre era un fanático, se unió a los protestantes cuando éstos subieron al poder y encabezó la persecución desatada contra los católico. Pero no sólo contra ellos también contra los brujos, licántropos y vampiros. Quemaron a muchos inocentes, por supuesto, ya que las criaturas a las que perseguían no eran tan fáciles de atrapar.
—¿Cómo acabaste siendo uno de ellos? —la curiosidad de Alice rozaba la indiscreción en cada frase.
—Mi padre me puso enfrente de una de las brigadas. Al principio fui una decepción para él, no me precipitaba en lanzar acusaciones ni veía demonios donde no los había, pero era tenaz y mucho llegaron a decir de mí que era más inteligente que mi padre. De hecho, localicé un aquelarre de auténticos vampiros que vivían ocultos en las cloacas de la ciudad y solo salían a cazar durante las noches. Fue la única vez que mi padre se emocionó conmigo y se sintió orgulloso. Era una época en la que los monstruos no eran meros mitos y leyendas. Pero lo estropee todo. Reuní a un grupo de personas con antorchas y horcas. Esperamos a que salieran a la calle. Al final, apareció uno. Debía de ser muy viejo y estar debilitado por el hambre. Le oí como alertaba a los demás en latín cuando detecto el efluvio del gentío. Yo tenía 23 años y era muy rápido, lo perseguimos por media ciudad, pero la criatura pudo haberme dejado atrás con facilidad, pero se dio la vuelta y nos atacó. Primero se abalanzó sobre mi, pero le hice frente. El vampiro mató a dos hombres y se escabulló llevándose a un tercero, yo quedé herido, sangrando en medio de la calle. Sabía que mi padre mataría a cualquiera que resultara infectado por un vampiro aunque fuera yo. Mi instinto por salvar la vida me llevó a arrastrarme hasta un callejón mientras la turba de gente perseguía al monstruo. Permanecí oculto en un sótano durante tres días me había enterrado entre patatas podridas. No sé cómo logré mantenerme en silencio y pasar desapercibido. Cuando supe que me había convertido pensé que todo había acabado. Me revelé contra mi condición, e intenté destruirme. Pero eso no iba a ser un logro fácil de conseguir. Me arrojé desde grandes alturas e intenté ahogarme en el océano pero nada dio resultado. Ahora era un ser inmortal y acabar con mi vida era una tarea imposible. Aunque fui capaz de resistirme al deseo de alimentarme incluso siendo un neófito. Cuando mi debilidad me hizo vulnerable me alejé cuánto puede de la población humana. Durante meses vagabundeaba de noche por lugares solitarios maldiciéndome. Hasta que una noche, una manada de ciervos se cruzó junto a mi escondite. La sed me controló y les ataque. Recuperé fuerzas y comprendí que había una alternativa a ser el vil monstruo que temía ser. ¿Acaso no había comido venado en mi vida anterior? Podía vivir sin ser un demonio y decidí aprovechar mejor mi tiempo. Siempre había sido inteligente y ávido de aprender. Ahora tenía un tiempo ilimitado por delante. Estudiaba de noche y trazaba planes durante el día. Me marché a Francia a nado y continúe por Europa y sus universidades. Estudie música, ciencias, medicina y encontré mi vocación y mi penitencia, sería salvar vidas. Necesité dos siglos de esfuerzos para perfeccionar mi auto control. Pero lo conseguí, Jasper. Y sé que también tú lo conseguirás —Estaba conociendo a un Carlisle sabio que inspiraba confianza y al cuál quería seguir durante toda mi existencia.
—Gracias Carlisle, deseo ser lo suficientemente fuerte para no decepcionar la confianza que has depositado en mí.
—Se que lo harás. Veo la bondad en tus ojos —me sentí abrumado. Necesitaba que la conversación dejara de girar entorno a mí.
—¿Fue en esa etapa cuando conoció a los Vulturis? —le pregunté.
—Estaba estudiando en Italia cuando los conocí. Ellos eran mucho más cultos y civilizados que el resto de los vampiros que había conocido, en las alcantarillas londinenses. Fueron una fuente de inspiración para mí. Llegué a considerarlos dioses, durante algunas décadas. Admiraba profundamente su amabilidad y su refinamiento, pero persistieron en su intento de curarme de aquella aversión a la sangre humana. Ellos intentaron persuadirme y yo a ellos, en vano. Llegados a ese punto, decidí probar suerte en el Nuevo Mundo. Soñaba con hallar a otros como yo. Pues estaba solo. Transcurrió mucho tiempo antes de que encontrara a nadie, pero podía relacionarme entre los confiados humanos como si fuera uno de ellos porque los monstruos se habían convertido en tema de los cuentos de hadas. Comencé a practicar la medicina. Pero rechazaba el compañerismo no podía arriesgarme a un exceso de confianza.
La voz de Edward nos interrumpió la conversación. Pedía a Carlisle que bajara inmediatamente al piso de abajo.
CONTINUARA...
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