Este capítulo pertenece a la novela corta "Solo si es contigo", es un bonita de historia de amor surgida entre bambalinas. Si no has leído los capítulos anteriores, si quieres seguir leyendo más o si prefieres leerla en wattpad sigue los enlaces.
En instante de desconcierto absoluto, nos interrumpe la nodriza y nos separa. En ese momento y por separado, Julieta y Romeo descubren que son los hijos únicos de las dos familias enfrentadas Capuletos y Montescos.
La fiesta acaba y todos se van a casa pero Romeo necesita volver a ver a Julieta y salta la tapia, para volver a verla, necesita estar seguro de que lo que pasó no fue solo un sueño de una noche desenfrenada. Julieta se asoma al balcón de su habitación buscando algo de soledad para aclarar su mente.
—... Pero, ¡silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el oriente, y Julieta el sol! ¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa!... —susurra Romeo
—¡Ay de mí! —grita en susurros Julieta desde el balcón.
—Habla... ¡Oh! ¡Habla otra vez, ángel resplandeciente...! ...
—¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehusa tu nombre; o si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto.
—¿Seguiré oyéndola, o le habló ahora?
Romeo comienza a trepar por la enredadera, que en nuestro caso era una escalera forrada de hojas verdes compradas de una tienda de todo a euro.
—¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tu eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre... ¡Romeo, rechaza tu nombre, y, a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame toda entera!
—Té cojo tu palabra —Romeo salió de su escondite —Llámame sólo "amor mío" ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!
Julieta quedaba sorprendida y sonrojada por las palabras que Romeo había de escuchar de su boca.
—Señora, juro por esa luna bendita, que corona de plata las copas de estos árboles frutales... —añadía Julieta
—¡Oh! No jures por la luna, por la inconstante luna, que cada mes cambia al girar en su órbita, no sea que tu amor resulte tan variable.
—¿Por qué juraré, entonces?
—¡No jures en modo alguno o, si quieres, jura por tu preciosa persona, que es el dios de mi idolatría, y te creeré!
—Si el profundo amor de mi pecho... —Julieta frena el ímpetu de Romeo.
—Bien, no jures; aunque eres mi alegría no me alegra este pacto de esta noche; es demasiado brusco,... ¡Cariño, buenas noches!...
—¡Oh! ¿Quieres dejarme así, tan poco satisfecho?
—¿Qué satisfacción quieres esta noche? —Julieta recordó de golpe la fama de galán que precedía a Romeo.
—El cambio con el mío de tu fiel juramento de amor.
—Te lo entregué antes de tú pedírmelo... —respondió Julieta emocionada al comprobar que le había juzgado mal.
—¡Tres palabras, querido Romeo, y ya buenas noches! Si tus pensamientos amorosos son honestos y tu fin el matrimonio, comunícamelo mañana por conducto de una persona que yo procuraré enviarte, señalándome dónde y a qué hora quieres que se verifique la ceremonia, y pondré mi suerte a tus pies y te seguiré por el mundo como a mi dueño y señor.
Una voz se oyó a lo lejos era la nodriza que buscaba a Julieta
—¡Julieta!
—Voy enseguida... Pero, si son perversas tus intenciones, te suplico...
—¡Julieta! – grita la nodriza
—Al momento voy... —grito Julieta mirando hacia el interior. —Te suplico cesen tus galanteos y me dejes con mi pena —añadió entre susurros.
—¡Mil veces buenas noches! —susurró Romeo
—¡Malditas mil veces, por faltar tu luz!...
En instante de desconcierto absoluto, nos interrumpe la nodriza y nos separa. En ese momento y por separado, Julieta y Romeo descubren que son los hijos únicos de las dos familias enfrentadas Capuletos y Montescos.
La fiesta acaba y todos se van a casa pero Romeo necesita volver a ver a Julieta y salta la tapia, para volver a verla, necesita estar seguro de que lo que pasó no fue solo un sueño de una noche desenfrenada. Julieta se asoma al balcón de su habitación buscando algo de soledad para aclarar su mente.
—... Pero, ¡silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el oriente, y Julieta el sol! ¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa!... —susurra Romeo
—¡Ay de mí! —grita en susurros Julieta desde el balcón.
—Habla... ¡Oh! ¡Habla otra vez, ángel resplandeciente...! ...
—¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehusa tu nombre; o si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto.
—¿Seguiré oyéndola, o le habló ahora?
Romeo comienza a trepar por la enredadera, que en nuestro caso era una escalera forrada de hojas verdes compradas de una tienda de todo a euro.
—¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tu eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre... ¡Romeo, rechaza tu nombre, y, a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame toda entera!
—Té cojo tu palabra —Romeo salió de su escondite —Llámame sólo "amor mío" ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!
Julieta quedaba sorprendida y sonrojada por las palabras que Romeo había de escuchar de su boca.
—Señora, juro por esa luna bendita, que corona de plata las copas de estos árboles frutales... —añadía Julieta
—¡Oh! No jures por la luna, por la inconstante luna, que cada mes cambia al girar en su órbita, no sea que tu amor resulte tan variable.
—¿Por qué juraré, entonces?
—¡No jures en modo alguno o, si quieres, jura por tu preciosa persona, que es el dios de mi idolatría, y te creeré!
—Si el profundo amor de mi pecho... —Julieta frena el ímpetu de Romeo.
—Bien, no jures; aunque eres mi alegría no me alegra este pacto de esta noche; es demasiado brusco,... ¡Cariño, buenas noches!...
—¡Oh! ¿Quieres dejarme así, tan poco satisfecho?
—¿Qué satisfacción quieres esta noche? —Julieta recordó de golpe la fama de galán que precedía a Romeo.
—El cambio con el mío de tu fiel juramento de amor.
—Te lo entregué antes de tú pedírmelo... —respondió Julieta emocionada al comprobar que le había juzgado mal.
—¡Tres palabras, querido Romeo, y ya buenas noches! Si tus pensamientos amorosos son honestos y tu fin el matrimonio, comunícamelo mañana por conducto de una persona que yo procuraré enviarte, señalándome dónde y a qué hora quieres que se verifique la ceremonia, y pondré mi suerte a tus pies y te seguiré por el mundo como a mi dueño y señor.
Una voz se oyó a lo lejos era la nodriza que buscaba a Julieta
—¡Julieta!
—Voy enseguida... Pero, si son perversas tus intenciones, te suplico...
—¡Julieta! – grita la nodriza
—Al momento voy... —grito Julieta mirando hacia el interior. —Te suplico cesen tus galanteos y me dejes con mi pena —añadió entre susurros.
—¡Mil veces buenas noches! —susurró Romeo
—¡Malditas mil veces, por faltar tu luz!...
CONTINUARA...
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