23 diciembre 2017

Milagro en Navidad

En estas fechas navideñas, apetece leer cuentos con historias propias de la época, os dejo mi aportación navideña que escribí hace algunos años.



Érase una vez una familia que vivió durante la Guerra Civil, entre los años 1936 y 1939, cerca de Córdoba en un humilde pueblo agrícola y ganadero.
     En una casa muy bonita vivía esta familia compuesta por la madre, morena, con un moño recogido atrás, con los ojos marrones y muy pequeños de tanto llorar, de estatura media y muy delgada debido a la escasez de la época, aún así era una mujer bellísima que se llamaba María. Tenía dos hijas, Irene e Isabel. Irene era tan guapa como su madre y rubia y con los ojos claros como su padre. Isabel era morena y tenía los ojos marrones, era alta y delgada. Tenía también un hijo, Luis, era rubio y con los ojos claro muy apuesto y agradable, pero esta pobre mujer estaba viuda a causa de que su marido murió cumpliendo su deber en los primeros días de la guerra. Su marido se llamaba César.
     A principios de Diciembre esta familia recibió una carta del ejército que decía:

     Su hijo Luis deberá incorporarse a filas, el día 5 de Enero de 1938 a no ser que la guerra acabara antes o estuviera a punto de finalizar, de ser así se lo comunicaríamos de esta misma forma que lo hacemos hoy.
               Departamento Militar.

     Luis tenía tan sólo 16 años, aún era un crío pero tenía que hacerse el fuerte y convencer al resto de la familia de que todo iba a salir bien, diciéndoles:
     —Vamos, estamos en Navidad, ¿no creéis en los milagro?
     —Es verdad, aún quedaba mucho tiempo —María añadió
     Cuando terminó de decir esto, la alarma comenzó a sonar. Todos bajaron al refugio. Su casa estaba muy bien acondicionada para estos momentos, su padre ayudado por Luis, había construido su propio sótano con todo lo necesario. Era casi tan grande como la casa pero tenía menos comodidades.
     Las dos hermanas pequeñas ayudaron a su madre a bajar. Irene era la benjamina, con 12 años, Isabel tenía 15. Se pasaban la mayor parte del tiempo allí, así que decidieron mudarse bajando los muebles más importantes para mayor comodidad. Cuando acabó el ataque y tocaron de nuevo la alarma comenzaron a cambiarse. Al llegar la noche todo lo necesario estaba abajo: comida, camas, excepto la cocina que estaba arriba. Cuando no podían subir comían cosas frías como frutas y embutidos.
     Era Nochebuena y la comida era muy escasa, la madre estaba muy triste por no poder preparar nada especia en esta noche, también especial. Así que cogió un par de patatas y un par de huevos e hizo una tortilla que estaba muy buena pero eran cuatro personas, esto hacía que no fuera suficiente y se quedaran con hambre.
     En la radio oyeron que en los próximos días habría un alto el fuego. Eran los días más tristes que jamás habían vivido recordando a su padre y pensando que también podían perder a Luis. Pasaban los días y la carta no llegaba. El temor y el miedo a perderlo se agravaban con el paso del tiempo pero nadie decía nada. Si ellas lo pasaban mal, él lo estaría pasando peor. Aunque parecía alegre y feliz, transmitía su tranquilidad a los demás, pero por dentro estaba asustado, preocupado, al fin y al cabo sólo era un niño asustado.
     La guerra seguía como al principio, la gente salía de sus casas sólo lo imprescindible para comprar algo para comer y llevar el dinero a casa trabajando por los alrededores de sus casas, cosiendo, lavando, cargando y descargando camiones. Todos tenían que trabajar hasta los más pequeños de la casa. Daba pena ver a los niños y niñas de corta edad trabajando en fábricas y recogiendo la escasa cosecha para poder alimentarse. Fueron días muy tristes.
     Las dos hermanas trabajaban en una fábrica haciendo pastas y el hermano donde hacía falta, cargando y descargando los camiones, repartiendo por las casas y arreglando las cosas imprescindibles que se estropeaban, era un manitas, se parecía a su padre.
     Al final llegó el día 5 de Enero y la carta no llegó. María con lágrimas en los ojos le preparó algo de comida y algunas cosas que pudiera necesitar, se despidió de sus hermanas y se fue rápidamente, no podía soportar verlas llorar, así que se encaminó al cuartel. Se presentó al cabo que había en la puerta, le hizo pasar a hablar con el sargento, él era algo conservador no le gustaba expresar sus sentimientos y le dijo:
     —De momento no vais a ir al frente, estaréis aquí unos días y si no nos avisan que la guerra va a acabar os enviaremos como refuerzo. Puedes entrar a esa habitación y allí se te indicará lo que debes hacer.
     Él entró en una gran habitación con muchas camas. Allí había ya algunos chicos aproximadamente de su misma edad. Todos estaban silenciosos, nadie hablaba, se notaba el miedo y la angustia en el ambiente.
     A las 12.h de la mañana entró en Capitán y les dijo:
     —Como ya sabéis estaréis aquí unos días, ocupad las camas. En cuanto sepamos algo os lo haremos saber.
     Él era frío, duro y seguro de sí mismo. Todos ocuparon sus camas.
     Cuando pasaron unas semanas entró de nuevo el Capitán y les dijo:
     — Podéis volver a casa. La guerra terminará pronto y no os necesitamos —Todos estaban muy contentos gritando de felicidad.
     Luis volvió a casa, allí le esperaban su madre y sus hermanas. Todos se abrazaron y lloraron de felicidad hasta el mismo Luis.
     —No os lo dije en Navidad todo es posible —les contaba Luis—. Hasta los milagros.

          Fin



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